Novalis I. Los veneros de la omnisapiencia – sobre algunos orígenes remotos y próximos del ideal enciclopédico de Novalis.
Ángel Repáraz
Nota
Los presentes apuntes son una breve introducción, también contextualización histórica, temática y científica de la obra de Novalis, muy singularmente de la conocida como Das allgemeine Brouillon. De ahí que las repeticiones de detalle con Novalis II y Novalis III, también en la Red, sean tan inevitables como excusables, lo que, creo, sin comprometer el valor de los mismos, les da independencia mutua. Y sin habérmelo propuesto de antemano, el presente documento, que, en fin, asimismo amplía y hasta polemiza con los otros documentos de la Red, regresa al Brouillon.
La dedicación a la obra del Novalis científico promete cualquier cosa menos certidumbres; es más avisado no esperar en principio formulaciones de algún grado de precisión. Hay quien ve aquí la signatura de lo vivo[1], y es difícil no participar de ello a condición de continuar preguntando: ¿qué es lo genuinamente novalisiano, remitiéndonos sobre todo a Das allgemeine Brouillon, la asociación disparatada o un nivel de conocimiento que se nos escapa? He aquí lo que será el centro de gravedad de este ensayo. A propósito del poeta Dilthey ensaya la la explicación tradicional: “Quizá Hegel haya tenido razón al decir que la religiosidad y el arte son formas subordinadas del despliegue de la esencia de la filosofía, destinadas a adaptarse cada vez más a la concepción superior de la visión filosófica del mundo.[2]” Formas subordinadas pero, obsérvese, con un componente filosófico rector; de entrada nos encontramos con un punto controvertido de la filología novalisiana - su rango filosófico. Así pues en Novalis el saber, sus legitimaciones y el estupor ante la multiplicidad de las ciencias tendrían una raíz cambiante e histórica... ubicada en la filosofía. Peor aún, en Die romantische Schule (1870) Heym todavía presenta los juicios novalisianos sobre la matemática como los de una especie de charlatán de feria[3]. Por eso es preciso preciso afinar las preguntas sobre el contexto cultural en que aparecen esos juicios, los de Novalis y los ajenos, y el grado cero de esa investigación por fuerza es la historia de una transmisión textual muy deficiente hasta el primer tercio del siglo XX. Porque previamente ha sido preciso hacer una rigurosa crítica de las fuentes - primer supuesto de una filología responsable -, rechazando las ediciones póstumas y aciagas de los Schriften novalisianos de Tieck y Schlegel. Parece que con la edición histórico-crítica de Richard Samuel y Hans-Joachim Mähl la larga saga de las ediciones de nuestro autor ha alcanzado un nivel más que satisfactorio en claridad, una ordenación cronológica - importante en el Brouillon - y la supresión de errores de editores anteriores.[4] Al final contamos con ediciones no deturpadas, puede decirse. En fin, y para compensar la negatividad de las apreciaciones de más arriba, Enzensberger ya en 1962 afirma en Poesie und Politik que de Novalis y Brentano procede la revolución poética con que, a su juicio, fundan la modernidad. Quizá es algo más, o algo distinto de lo poético esa revolución; quizá, en el caso de Novalis, su idea del saber comporte otros elementos revolucionarios cuando menos igual de atractivos. Ahora bien, “es muy común en la literatura filosófica de varias lenguas […] emplear ‘saber’ en un sentido más amplio que ‘conocimiento’. De acuerdo con ello, mientras el conocimiento se refiere a situaciones objetivas y da lugar, una vez suficientemente sistematizado, a la ciencia, el saber puede referirse a toda suerte de situaciones, tanto objetivas como subjetivas, tanto teóricas como prácticas[5]”. Esa idea es transmitida a otros actantes “e incorporada a una tradición”[6].
Lo que es indiscutible es la querencia de Novalis por un saber intencionalmente enciclopédico; ocupándose de ello y en la senda de una tradición de parcial comprensión hermenéutica, Brion escribe sobre su “confuso tesoro de pensamientos dispersos al azar”. Lo de Béguin es más serio, y no deja títere con cabeza en el “extravagante enciclopedismo” o el “ascetismo sin reglas” que asigna a nuestro poeta. Como quiera: Novalis es un enciclopédico - sui generis, claro es -, este fue descubrimiento cuando se produjo ya en el siglo XX un mejor conocimiento de su obra. (Verosímilmente el ejemplo más llamativo del continuado descuido editorial - causa segura de las malas lecturas que vinieron después - de que ya se ha hablado ha sido la enciclopedia romántica de Novalis: Das Allgemeine Brouillon.) Fue una buena noticia la extensión del conocimiento del extraordinario proyecto del gran romántico de integrar en una única la totalidad de las ciencias disjuntas, una idea que tenía más de 25 siglos. Aquí nos proponemos asimismo un principio de arqueología del sueño enciclopédico.
El vocablo enkyklopaedia, es sabido, remite a ‘ciclo educativo’, un orden pedagógico completo que incorporara en su curriculum todas las disciplinas y los fundamentos posibles de éstas (sobre esto insistirá D’Alembert, y antes que él, Leibniz; pero Novalis, que conoce a Leibniz, no dedica tampoco mucho tiempo a profundizar en su obra). El término ha venido a significar luego la publicación del ‘todo’ los conocimientos socialmente aceptados o vigentes; será preciso averiguar además para cada caso qué es considerado en cada ámbito cultural conocimiento social (o no) - una forma de conocer la autopercepción de las comunidades culturales. Históricamente el orden más usual de exposición desde la modernidad es el alfabético de los contenidos, pero ha habido asimismo enciclopedias organizadas ‘según materias’ (de nuevo Diderot y D’Alembert, con sus precedentes, el más conocido de las cuales es el de Plinio.) El Corpus aristotelicum tiene ya no poco de ‘enciclopedia’; poseen asimismo no poco de enciclopedia los ‘sistemas’ elaborados por ciertas escuelas (como los estoicos). Enciclopedias (y diccionarios) especiales de carácter erudito fueron asimismo compiladas ya por algunos autores alejandrinos. Las Etimologías de S. Isidoro lo poseen asimismo; y aunque más ‘especializadas’, son a menudo asimismo enciclopedias las Sumas medievales. Desde Ramón Llull hasta Leibniz, pasando por Francis Bacon, ha habido desde la Edad Media reiterados intentos de organizar ese saber existente.
Novalis es por excelencia el ‘romántico’. En esas notas examinaremos los gérmenes de ideas de su proyectada obra de conjunto que estaban en el aire, valga la expresión. Señaladamente durante los años de Fichte en Jena, un período de enorme agitación filosófica y social, el proyectado Buch de Novalis - otra de las denominaciones de su autor - representó uno de los más audaces proyectos para someter las ciencias positivas de la naturaleza y del espíritu del idealismo alemán a los principios unificadores de la Wissenschaftslehre. Porque Novalis había sido electrizado por “la autoridad simple y magistral del profesor” (Brion), al que había conocido en 1793 y cuya Wissenschaftslehre le había tocado profundamente. (Fichte era para él el ‘Newton del mundo interior’. Mientras lo fue.)
Hoy las condiciones y los presupuestos de los discursos científicos han cambiado de raíz. Con un cierto optimismo Uerlings asevera que el positivismo de marchamo decimonónico ha puesto en evidencia sus límites; la evidencia es, en todo caso, que en la actualidad una divisoria estricta entre ciencias exactas y no exactas se ha hecho igualmente problemática. Para situarnos en contextos más reconocibles: importantes autores como C. F. von Weizsäcker, Feynman o Prigogine se han posicionado de una manera u otra contra lo pretendidamente inconciliable de las dos culturas; y en relación con ello nuestra idea del nivel de conocimientos de Novalis se ha modificado profundamente. Porque está bien establecido que el autor estaba aceptablemente al tanto en la minerología y la geología de la época, sobresalientemente en la matemática, la química, la física y la medicina. Entre los románticos no filosóficos ningún otro ha tenido una formación tan a fondo y múltiple como Novalis. Pero no estará de más añadir otro dato elocuente: con 18 años Novalis confecciona un índice de libros en que figuran sobre todo autores griegos y latinos que fueron su lectura escolar: Lessing, Goethe, Schiller, Wieland, Gleim… todos poetas.
Otro escollo metódico muy de la herencia del XIX se refiere a la punto menos que exigible construcción por entonces de ‘sistemas’ filosóficas a las figuras del gremio (que está muy en relación con la ilusión de ese siglo de la sustantividad del pensar filosófico). Así que cabe preguntarse por el ‘sistema’ propio de Novalis. No parece que él mismo haya creído en ello; alguna mención suya al ‘idealismo mágico’ carece de entidad absolutamente para que pueda ser partícipe de la dignidad de un sistema propio. Pero es que “no hay un saber filosófico sustantivo superior a los saberes positivos; [...] los sistemas filosóficos son pseudo-teorías, construcciones al servicio de motivaciones no teoréticas, insusceptibles de contrastación científica (o sea: indemostrables e irrefutables) y edificados mediante un uso impropio de los esquemas de la inferencia formal.[7]” En Novalis esto se materializa en la realidad de su legado, una (nutridísima) colección de notas y varias colecciones de Fragmente; su ordenación actual cronológica, por cierto, nos va desvelando lo que, con un compuesto léxico suyo, llamaremos Denkbewegung, un estilo de reflexión sobre los elementos del proyecto de Romantisiren el mundo prosaico en torno. Es todo, si se incorporan algunos atisbos sobre ‘la unidad de las ciencias’. Para Dilthey, aquí más conciliador, nuestro poeta, “gracias a la amplitud de horizontes que le daban sus estudios filosófico-naturales, adoptaba un fecundo punto de vista unitario para las ciencias del espíritu [...][8]”. Unos horizontes, humanísticos y científico-naturales que tenían una estrella polar en principio nada filosófica: la Poësie y su principal objetivación y condición, el amor. Un poco à la Dante, se verá que en el Brouillon el amor forma ‘la ciencia más elevada’ y la ‘base de toda posibilidad de magia’ porque solo “el amor actúa mágicamente” (entrada 79). Nada raro que el amor se convierta en “el ideal de cualquier empresa” (entrada 835) y en uno de los axiomas más subidos en el auténtico proyecto enciclopédico del autor; en efecto, el amor es el objetivo final de la historia universal (entrada 50).
Así las cosas, no resulta nada extraña la predilección novalisiana por autores como Plotino o Hemsterhuis. Es, de cierto, un enciclopedismo amorfo el de Novalis (quiere integrar en su sistema también la numismática, la heráldica; hambriento de conocimientos, amplia en Wittenberg los estudios que ya le habían ocupado en Jena: matemáticas, ciencias naturales y derecho, a los que añade la arquitectura, el estudio de las minas, etc.). Está completando, por cierto y sin mucha conciencia de ello, el orbis scientiarum del Kant del debate de las facultades. Como quiera y poniendo un ejemplo concluyente, ha reflexionado mucho y en especial (también ‘mágicamente’) sobre la matemática. El resultado es una circulación interdisciplinar continua, originalísima y muy especialmente vigorizada por la matemática, con anticipaciones muy modernas alguna vez. Conoce - y trata -, se entusiasma con y acaba repudiando a Fichte; pero Hemsterhuis, Spinoza, Plotino serán sus guías inabdicables. La Totalwissenschaft la asociará a Hemsterhuis; para sí ha reclamado el mencionado idealismo mágico (el sintagma aparece en el Brouillon). Brion ha visto los límites de ese empeño ‘mágico’: “… su esperanza de alcanzar un saber enciclopédico implica una inverosímil longevidad que se contradice con su vocación de la muerte, no enteramente provocada, pero sí hecha posible y urgente por la muerte de su prometida.[9]”
Novalis ha sido un exaltado optimista, lo que es chocante, tanto más cuanto que ha sido una vida siempre amenazada por las enfermedades, y desde la infancia. Veremos - en contraste con los avanzados racionalistas franceses de la Ilustración – cómo imagina asintóticamente, en la fantasía y en la vida, buscando la integración de la ‘poesía’ y las ciencias positivas de la época. Esta unidad es anticipada en la dimensión estética (en la poesía, pero también se busca su realización fuera de la Dichtung, en su obra teórica mediante una ‘poetización de las ciencias’). Asimismo hay que recordar el especial contexto de todo ello; que tiene lugar “en una situación de auténtica ruptura epistemológica por cuya virtud un crecimiento explosivo del saber exigía nuevos modelos estructurales de organización del mismo, y aquí es característico del desarrollo alemán el recurso a la filosofía.[10]” Pero tampoco debe fuera de consideración, como se ha dicho con frecuencia, el hecho turbador, ya recordado por Uerlings, de que el proyecto del Romanticismo temprano era ya un anacronismo desde sus inicios (un anacronismo que no tarda en virar al reaccionarismo). Nada de esto priva de su enorme valor a los atisbos que hallamos en el movimiento, muy señaladamente en nuestro poeta. Ahí está el descubrimiento romántico del inconsciente, capital en la psicología moderna. Esa obstinación por conocer que empuja a Novalis a recorrer todos los caminos del saber; y, aún más, esa íntima necesidad de amalgamar filosofía, ciencia y ‘poesía’, alcanzaron su punto alto en el invierno de 1797, uno de los años más fecundos de la historia del pensamiento y de la poesía alemanes.” Intelectualmente el urgente Novalis no era lo que se dice prudente: “Que [los filósofos] presenten el producto de su reflexión como un conocimiento e incluso como una forma superior de saber, esto es más grave […].[11]” Y aquí hay un matiz importante; según Piaget, la filosofía no alcanza en modo alguno ‘conocimiento’, carente como está de instrumentos de verificación; por el contrario, puede conducir a una ‘sabiduría’ (sagesse) por coordinación de los valores de conocimiento con los otros valores humanos.” Novalis procede también de una de estas vigorosas tradiciones de sagesse.
Es ya hace tiempo de conocimiento general que las tablillas grabadas con escritura pictográfica (y la lengua sumeria como base) procedente de la ciudad mesopotámica de Kish están datadas hacia el 3500 a. de C. Puede que estemos ante el vestigio más antiguo conocido de escritura, cuando menos en nuestro mundo cultural. Los pictogramas son documentos comerciales y textos de carácter personal, listas de léxico, leyes e himnos y hasta algún registro (pre)científico de matemáticas, astronomía y medicina. Como los hebreos, los sumerios confiabn en que aquellos dioses providentes ponían a su alcance todo cuanto necesitaban saber. Entre sus sagas figura la creación del mundo, la separación de las aguas primordiales, el diluvio universal, etc. (epopeya de Gilgamesch). Es así como la civilización sumeria experimenta un impensable crecimiento del conocimiento social y la posibilidad de transferirlo a otros y a las generaciones posteriores. Los mismos sumerios introducen un sistema de numeración posicional de base 60[12]. Y algo no menos decisivo: la aparición plausiblemente de una nueva figura social, el sabio: “[una] revolución que significó el advenimiento del sabio y de un saber cada vez más consciente de su propia misión y de la responsabilidad que le impone la exigencia de su comprobación o de su verificación. Por lo pronto, la ciencia prehistórica ha puesto de relieve el largo camino recorrido por la senda del saber hasta llegar a los umbrales de la ciencia.[13]” Los herederos aparecerán mucho más tarde, cuando griegos y romanos elaboren ya obras enciclopédicas stricto sensu, desde antes de Aristóteles (que asesoró a Ptolomeo I sobre la fundación de la biblioteca de Alejandría).[14]” Sabemos además que un sobrino de Platón, su sucesor al frente de la Academia, redactó una ‘enciclopedia’ como ayuda para la enseñanza. Pocas de stas obras han sobrevivido.
Con la acumulación de conocimientos vinieron los modelos de ordenación. Convencionalmente se establece que la primera clasificación de las ciencias en un sentido riguroso ha sido la de Aristóteles, en cuyo tiempo el saber humano se había emancipado ya lo bastante para diferenciarse en ámbitos científicos disjuntos. Ciencia desde ahora puede ser observación o contemplación libre de finalidad y cultivada por el mero conocimiento en sí (léase su Metafísica). Todavía en el mundo helénico florece la figura de Porfirio, cuya clasificación de las sustancias en el ‘árbol’ que lleva su nombre fue secularmente utilizada (arbor porphyriana).[15]”
El compuesto ‘enciclopedia’ en el sentido que se ha indicado arriba de Enkyklios paideia (‘círculo formativo’, orbis doctrinae) parece que se encuentra por primera vez en Isócrates y los sofistas en la valencia de ‘formación universal’ de que el joven nacido libre o manumitido se ha de apropiar: gramática, música, geometría, astronomía y gimnasia. Pero se estima que con el significado actual la ‘enciclopedia’ aparece por primera vez en el Cursus philosophici encyclopaedia de J. H. Alsted (1630), que al parecer hace uso del método luliano para obtener una cierta sistemática de las ciencias que conocía. Pero es muy anterior el estadista Catón el Viejo, que había compuesto en el siglo II a. de C. los Libri ad Marcum filium, en los que se ocupaba con objetivos pedagógicos de materias como la agricultura, la medicina, la retórica y el arte de la guerra, constituyendo así una temprana (y la primera latina) enciclopedia especializada. El afán romano de inventariar el mundo se afirmó más tarde en grandes colecciones que se pretendían omnicomprensivas de la totalidad del saber, entre las que se cuenta en un indiscutido primer puesto la Historia Natural de Plinio el Viejo, aceptada como referencia del conocimiento general y generalista hasta el siglo XVI. Añadamos que ha tenido una recepción muy crítica en general el totum revolutum que son a primera vista sus enumeraciones, o la ausencia de criterios de ordenación de alguna claridad. Pero también se ha dicho que el resultado de su Historia, ese impactante monumento de la curiosidad humana, tiene mucho de nomenclator de un cierto mundo socio-cultural, idealmente tampoco tan alejado del Brouillon. Plinio reproduce, copia y plagia (¿y qué decir, desde el punto de vista de hoy, de San Isidoro?); claro está que la idea de lo que es un plagio, como sabemos, es muy lábil en la historia (el caso de Shakespeare); y él ha sabido ser crítico con sus fuentes cuando era preciso (pero es crédulo: a determinada tribu “la muerte no les sobreviene sino por estar hartos de vivir.[16]” Aún así, compáreselo con la sobriedad de Herodoto. Más empírico, Diderot estará probablemente a la cabeza de esta revolucionaria apropiación del saber ajeno; ahí están sus interminables recorridos por los talleres de París. Memoria y apropiación, voluntad de poder, testimonio del paso por la tierra de una especie biológica cultural - Novalis también echará su cuarto a espadas en esta milenaria pasión.
Con todo, la Historia Naturalis es una de las más ambiciosas obras individuales que sobreviven de la Antigüedad. Son 37 libros organizados en diez volúmenes y su temática no se limita a lo que conocemos como historia natural; como lo indica el mismo escritor, pretende abarcar ‘el mundo natural, o la vida’ (Lebenswelt, se dirá más tarde). Comprenden astronomía, matemáticas, geografía, etnografía, antropología, fisiología humana, zoología, botánica, agricultura, horticultura, farmacología, minería, mineralogía, escultura, pintura y piedras preciosas (a su modo, las notas de Novalis han tocado buena parte de estas áreas). La falta de una revisión final puede en parte explicar las muchas repeticiones y algunas contradicciones. No menos llamativa es asimismo su curiosidad por lo singular y lo desacostumbrado, y la búsqueda del llamado ‘efecto admirable’, asociable, puede pensarse, a una cierta visión teológica del mundo en torno. Se ha comparado su función en el Imperio romano (expansionista e ‘imperialista’ en su designio) con la de la Encyclopaedia Britannica durante el esplendor del inglés.
En juicio sumario de Escohotado, existe un claro desfase entre el fundador del platonismo - “un entendimiento de segunda o tercera fila, admirado sobre todo por su familiaridad con Oriente” -, y “el calibre de fundadores como el propio Porfirio, Boecio y Proclo”. La descalificación más adelante arrecia: “Eran directrices las suyas, siempre Escohotado, propias de sectas, no de escuela filosófica; [...].[17]” Las citas acumuladas sitúan todavía en nuestros días a Plotino como blanco de un acerbo rechazo. Y sin embargo de todo lo cual, , y aún admitido lo parco de la lectura de Plotino por Novalis, probablemente ‘secundaria’ (manual de Tiedemann) y en algún detalle discutible, de algún modo esa doctrina resultó sin embargo a nuestro romántico suficiente para detectar el acuerdo empático entre ambos. Más todavía, “… asimismo cabe descubrir con la prueba de las lecturas novalisianas ligazones que hasta el presente habían estado ocultos. […] ha podido probarse la presencia de conclusiones poetológicas inspiradas en Plotino”[18], (entrada 911). Max Scheler ha distinguido entre lo que ha llamado ‘saber técnico’, ‘saber culto’ y ‘saber de salvación’; de ese ‘saber de salvación’ indica Scheler “que se trata de un saber cuyo fin es la divinidad, un saber teológico. [...]. Se trata de un saber que no se refiere a este mundo, sino al ‘otro mundo’” (Ferrater Mora). ¿No estamos viendo aquí en ectoplasmaa a ese pasajero de aspiraciones ultramundanas que es Novalis?
En septiembre de 1798 lee Novalis Von der Weltseele, de Schelling, que puede ponerse en relación con el conocimiento de Plotino que tenía por los libros de Tiedemann y al que dedica, como decimos, mucha atención. “El Universo es un ser vivo, impregnado (durchdrungen) por una única alma, pero la sustancia de esa alma es la luz, como la de la materia es sombra y oscuridad.” (Aquí es máximamente plotiniano nuestro autor). Tampoco carece de interés la correspondencia que señala Mähl, y nos la confirma Novalis, entre el Ich-Prinzip de Fichte “en su autodespliegue lógico” y el Ser supremo de Plotino con sus hipóstasis. Y el mismo Novalis: “Plotino, quizá estimulado por Platón, penetró el primero (zuerst) con auténtico espíritu lo sagrado”.
Novalis casi con seguridad no ha conocido la obra de Isidoro, obispo de Sevilla. Por supuesto que el método isidoriano con las ‘etimologías’ - definición del concepto, análisis del vocablo, explicación de los vínculos reales entre vocablos y objetos[19] - está alejado de la tintura ‘poética’ novalisiano. Pero las similitudes empiezan a dibujarse en la amplitud del empeño: deudor de Plinio, Cicerón, Columela, etc. (muy a menudo sin embargo a partir tan solo de resúmenes de las obras ajenas), Isidoro es representante de una cierta cosmología general que incorpora las artes liberales, la antropología, botánica, agricultura, mineralogía, etc., con una forma de entender la ‘definición’ en tanto que interpretación ‘etimológica’ - una mixtión muy oscura a menudo. “A menudo nos desconcierta la aparente falta de plan y el relativo desorden”, aunque, hombre de la Iglesia, también hay que añadir en su tratamiento del Antiguo Testamento, de acuerdo con Díaz y Díaz, “su profunda interpretación alegórica”.
Estas Etimologías también, constituyen una vasta enciclopedia “de todos los campos del saber antiguo[20]”, una pretensión de explorar o explicar “por procedimientos logísticos de cuanto existe”. Los 20 los libros de la compilación Porzig (1937) los ha ordenado según ‘las ciencias profanas’, ‘la ley humana y divina’ y ‘nombres de personas’, etc. En cuanto al sentido intencional de la obra, por necesidad Isidoro, importante funcionario eclesiástico de la España visigoda, carecía de una visión de conjunto de los distintos campos de conocimiento; él era un hombre de educación exclusivamente eclesiástica, repitamos. Con algunas homologías de estructura con Novalis; así, en el obispo “las citas juegan un papel psicológico profundo, pues describen ciertas tendencias no siempre expresas del autor.[21]” Virgilio es citado 266 veces, siguen Cicerón y Lucano. Cita expresa asimismo e inevitablemente tienen los Padres de la Iglesia, Tertuliano, etc. Por lo demás, la enciclopedia más vasta de la Edad Media, expresión del mundo escolástico, es el Speculum maius o Bibliotheca mundi (siglo XIII) del teólogo Vicente de Beauvais, suma pretendida de ‘todos los conocimientos del mundo’. En 80 libros reelaboró más de 2.000 escritos y obras de carácter teológico de autores griegos, hebreos y romanos. El Speculum fue impreso en 1474 por primera vez.
Como tarde a comienzos del XVI van apareciendo sociedades capitalistas tempranas y se van emancipando las ciencias naturales de los tratamientos clericales o las imposiciones teológicas. Aquí se inscriben los intentos de clasificación de Francis Bacon, a quien se reputa el padre de la filosofía moderna, como es más que sabido. De él en cualquier caso es la propuesta de reforma de las ciencias. “Así, F. Bacon combate el ideal antiguo del saber como autofinalidad. El conocimiento sirve más bien como forma de dominar la naturaleza, y esto sucede por medio de invenciones que debieran llevarse sistemáticamente a cabo de acuerdo a un método que habría de ejercerse como ars inveniendi. Este ideal del saber , orientado a la práctica, queda reflejado en la clasificación baconiana de las ciencias.[22]” Critica “los malos modos de la demostración” y aquí se sitúa contra Aristóteles.
Bacon es así el gran debelador del estilo de sabiduría tradicional, “que conducirá a una vana especulación sobre cosas invisibles en vez de proporcionar verdades basadas en hechos. […]. La verdad no depende de (ni se funda en) ningún razonamiento silogístico, el cual es meramente formal; depende del experimento y de la verdad guiada por el razonamiento inductivo.[23]” Fundamental en la obra de Bacon fue “la pretensión de proporcionar un nuevo Organon o instrumento que sustituyera al viejo Organon aristotélico, incapaz a su entender, a servir de fundamento a las ciencias y en particular incapaz de servir de método de descubrimiento. […].” Pero Francis Bacon es también autor de la Nueva Atlántida, que con relación a las conocidas utopías incorpora una novedad: la ciencia ahora se aplica directamente en la constitución de un nuevo orden social. Es así algo aparte en las utopías del Renacimiento y Bensalem está en lo posible; la violencia en aquellas condiciones sociales no se conoce. Y, detalle relevante, parte de esa ciudad idealizada es la religión cristiana. Basada en las tres categorías del conocimiento humano (memoria, imaginación, razón) de que son derivadas todas las otras disciplinas, en su Preparative toward a Natural and Experimental History registró Bacon un catálogo de 130 ciencias particulares; en el prólogo de su Encyclopedie Diderot menciona a Bacon como su modelo.
El periodista Ephraim Chambers en el siglo siguiente llegó a la conclusión de que, para satisfacer la demanda de obras de referencia enciclopédicas, las medievales y renacentistas se quedaban muy cortas. “Su Cyclopaedia: or, An Universal Dictionary of Arts and Sciences de 1728 le valió a su autor el ingreso en la Royal Society. El orden alfabético de las entradas se completaba con claras ilustraciones y con referencias cruzadas que que facilitaban la búsqueda de los artículos relacionados.[24]” Chambers había creado así la primera enciclopedia moderna “y antecedente inmediato de la Encyclopédie. Ésta, por cierto, empezo como una traducción (de Diderot) de la Cyclopaedia de Chambers […]”.[25]
Acompaña el crecimiento científico de esta época la extensión de los saberes generales, no siempre separable de la ciencia digna de los estudiosos. Así pues, “en un mundo donde la erudición se hacía cada día más compleja y más detallada, las obras de síntesis conocieron una fuerte demanda. Era la hora de las enciclopedias.[26]” Aparecen obras en las lenguas nacionales, entre ellas las primeras que presentan la materia en orden alfabético. Eco ha dado nombre preciso a la oposición diccionario (d’Alembert) versus enciclopedia (Diderot). El diccionario descansaría en la definición; la enciclopedia, por el contrario, en la interpretación (del mundo a incluir en el texto). Como quiera, Condorcet es algo anterior pero igualmente comprometido con el impulso ilustrado de Novalis; un combatiente (en su Esquisse habla de “los sacerdotes y sus estúpidos e hipócritas instrumentos”, de “prejuicios groseros que combatir, de vergonzosos errores que disipar”) que denuncia la envidia y el resentimiento, que “puede ser considerado como uno de los azotes más peligrosos para los progresos de la razón”. Su Esquisse lo escribe oculto y en condiciones atroces.
El aumento de los proyectos enciclopédicos desde finales del siglo XVII anuncia profundos sociales: secularización, extensión perceptible de la educación, desarrollo de una burguesía cada vez más segura de sí misma.[27] (En cuestión de tamaño y exhaustividad del empeño enciclopédico, sin embargo, los alemanes eran imbatibles. La mayor de sus enciclopedias fue la Oekonomisch-technologische Enzyklopädie, oder allgemeines System der Staats-, Stadt-, Haus- und Landwirtschaft, iniciada por Johann Georg Krünitz, que alcanzó 242 volúmenes entre 1773 y 1858 y que sin duda Novalis tuvo que conocer). En París pronto advertirían los agnósticos Diderot y D’Alembert que el orden de los envíos léxicos tenía la inmensa ventaja de situar a Dios y a la teología en una rama más entre otras muchas. La Iglesia, con la Compañía de Jesús y un papado muy activo al frente, vio bien que todo aquello era sumamente “peligroso y herético.” Pero tampoco Novalis puede ser incorporado en las filosofías más o menos dogmáticas que lo rodeaban; filósofo dogmático Novalis no lo ha sido nunca: “los dogmas son [...] las afirmaciones sistemáticas sobre el ‘mundo’ o el ‘Ser’ transmitidas por “la autoridad del magisterio filosófico especulativo.[28]”
Entre tanto, la actividad científica se había ido desplazando, de acuerdo con los modelos italiano y francés, a las llamadas Academias. La Preussische Akademie der Wissenschaften fue fundada en 1700 en Berlín por iniciativa de Leibniz y Federico el Grande atrajo allí a importantes científicos y pensadores: Voltaire, Maupertius y Lagrange, y de Suiza al eminente Euler. Sin duda que a su manera Novalis estaba al tanto de los grandes avances científicos ilustrados, dado que fue un gran lector de revistas científicas; también un outsider del establishment organizado de la actividad científica.
Pero volvamos a la Encyclopédie. Empleado ya Diderot como director y J.-B. D’Alembert como asesor científico, el proyecto se va transformando en algo mucho más innovador; y en él colaborarán los mejores ingenios de la época (Voltaire y Montesquieu, Rousseau para la música, Buffon y Holbach para la ciencia, F. Quesnay y J. Turgot). En 1751 salió el primer volumen; y al acabar la impresión, el corpus de la enciclopedia se componía de 17 volúmenes de texto, 11 de ilustraciones y 60.000 voces. La idea de una ‘cadena del saber’ había recibido el certificado de mayoridad, digámoslo así. El “Discours préliminaire de D’Alembert encabezaba el primer volumen de la Encyclopédie. […], y bosquejaba a grandes rasgos el mundo tal como lo veían los enciclopedistas, un mundo […] para promover el desarrollo de la humanidad a través del conocimiento, la justicia y el progreso.[29]”
Inevitablemente también aquí se dan puntos de correspondencia homotética entre el proyecto de Diderot y el romántico. Un ejemplo de ausencia que dice mucho: “Como había dejado claro D’Alembert [y Diderot], la obra prescindía a propósito (o casi) de personajes históricos […], los grandes reyes, las batallas, los Padres de la Iglesia, los santos favoritos y los ensayos sobre historia.[30]” Diderot: “El primer objeto en que nos hemos separado del autor inglés [Chambers] es el árbol genealógico que él ha diseñado de las ciencias y las artes, y que nosotros hemos creído nuestro deber sustituir por otro.” Y ahora se sumaban las críticas de plagio al apreciarse las semejanzas entre el árbol de las ciencias de Bacon y el Prospectus. Bacon, por lo demás, es elogiosamente citado en el Discours. Pero Diderot señala distancias: “el plan de Bacon es diferente del nuestro”. No debe olvidarse por cierto que Diderot es un grande e independiente científico natural.
El segundo párrafo del Discours preliminar ha tenido interpretaciones apresuradas y descontextualizadas; en consecuencia, conviene leerlo entero: “La obra de la que hoy damos el primer volumen tiene dos objetos: como enciclopedia, debe exponer tanto como sea posible el orden y el encadenamiento de los conocimientos humanos: como diccionario razonado de las ciencias, de las artes y de los oficios, debe contener para cada ciencia y sobre cada arte, los principios generales que constituyen la base, [...].[31]” Ya se señaló más arriba a propósito de Eco: el conocimiento tendrá pues dos veneros; lo nuevo es que sea enciclopedia y también diccionario. Poco más adelante ya este matemático y físico de excepción habla de “la genealogía y la filiación de nuestros conocimientos”, bien consciente de que “a menudo es difícil reducir a un pequeño número de reglas o de nociones generales cada arte o cada arte en particular[32]”, etc. Lo principal es que el proyecto enciclopédico en consecuencia representa una ordenación del mundo de acuerdo con criterios estrictamente racionales. Y bien, nos interesa aquí muy singularmente el filtro crítico de Novalis, en primer término sus divergencias de lo transmitido, su aceptación o su rechazo del modelo de baconiano de las disciplinas ligadas a ‘memoria, entendimiento y fantasía’ y al saber histórico[33] (entradas 327-332). También allí adivinamos solo borrosamente lo que pudo mover a Novalis. Pero, y volvemos a la Encyclopédie, en una obra concebida como una cadena multiplicada, en la que cada eslabón está conectado con todos los otros, las referencias cruzadas eran, obviamente, fundamentales en la medida en que apoyaban y ampliaban un tema. Con ejemplo de Blom, la entrada ANTHROPOPHAGES incluía la adición ‘Véase Eucaristía, Comunón’.[34]” Los elogios de Matussek en nuestros días parecen sin embargo un tanto hiperbólicos: “Con una notación sorprendentemente actual Novalis formula el que será probablemente último proyecto de una enciclopedística ambicionada en el sentido de d’Alembert y Diderot.[35]”
Permítaseme insistir en la marca de un ensueño milenario. Se pretendía con una gran Encyclopédie reunir la totalidad del saber desagregado en la Europa culta del XVIII. De nuevo el ritornello obsesivo de un ensueño de cumplimiento imposible: todo el saber de la época, la memoria recuperada en el testimonio escrito de los mejores. Lógico que se siga de aquí el legítimo orgullo por lo que se toma por el gran logro[36] de haber hollado el “ santuario donde los conocimientos de los hombres estén al abrigo del tiempo y de las revoluciones”. Una vez más: un espíritu emparentado con el ilustrado en estado puro que ha sido Condorcet, cuyo Esquisse es una confesión de fe en los progresos de la “economía política” y en los de “la libertad civil”, bien pertrechado con Locke y Rousseau. También odiaba “el ridículo envilecedor de la ignorancia”. La imagen de Novalis en este espejo queda algo deformada.
“… El servicio civil prusiano se convirtió en el trabajo más duro, peor pagado y el más cuidadosamente vigilado de todos los de Europa. […] y como la aristocracia tenía entonces el monopolio del mando del ejército, el prestigio y aparato sociales de las clases altas de Prusia se intensificó enormemente.[37]” Abstrayendo aquí de los deliquios filosóficos de Schelling o Fichte, y el ejercicio profesional Novalis como competente ingeniero de minas y salinas, ¿qué permitía realmente al talento clasificador del poeta Novalis aquella Prusia (y Sajonia) tan limitadora? Kant cuando menos es arriesgado en la denuncia de aquel estado de cosas en las universidades. “Por eso el teólogo bíblico (como miembro de la Facultad superior) no extrae sus doctrinas de la razón, sino de la Biblia, el jurisconsulto no del derecho natural, sino del derecho civil, el médico no saca su método terapéutico de la filosofía del cuerpo humano, sino del reglamento médico.” (Y sin embargo es sencillo comprobar que el Kant del Conflicto de las Facultades (1798) ha proporcionado a Novalis un significativo vocabulario para su autointelección.) Y algo muy opuesto a la estimación de Dilthey sobre Hegel recogida arriba, si bien Novalis no llegó a verlo: “[con Fichte y Schelling] [se convierte la filosofía] pronto en reina de las facultades, con la fundación de la nueva Universidad de Berlín a principios del siglo XIX. No se puede olvidar, sin embargo, que la facultad berlinesa de filosofía incluye, sin divisiones académicas, todas las ciencias puras, también las naturales […].[38]”
Sin duda alguna el camino marcado entonces desde París indicaba una de las direcciones de la modernidad. “Todos estos estudios suponían correctamente el carácter único de la ciencia básica, que proviene de su universalismo, comunismo, desinterés y escepticismo organizado; [...][39].” Este último consiste en unificarlas en el espacio más reducido posible y en situar, por así decir, al filósofo por encima de este vasto laberinto en un punto de vista elevado, donde pueda percibir a la vez las ciencias. Todo eso parece haberlo intuido Novalis, solo que la clave de su orden operativo es secreta, altamente especulativa, y poética. Pero las de los ilustrados son clasificaciones, como quiera que sea, guiada por la razón. Y Novalis se ha quedado a la puerta del palacio, se tiene la impresión. Sin que, en pura paradoja novalisiana, se deba pasar por alto su sorprendente modernidad. “La teoría del caos se ha puesto por tarea desde hace decenios descubrir orden también allí donde con los medios teóricos usuales solo se encuentra desorden. Tal cosa funciona únicamente diseñando nuevos modelos de orden, y en este interés se tocan la teoría del caos con la Enzyklopädistik de Hardenberg. Él alude a menudo al ‘caos’ cuando se trata de procesos creativos en el ámbito del saber y del poetizar.[40]” Otra vuelta de tuerca de Novalis, para quien Enzyklopädistik era básicamente ‘una Universalwissenschaft, una reconducción de lo separado en el ámbito de las ciencias’.
Inicialmente lejos de Alemania, está emergiendo otro potentísimo factor de cambio, el conocido como la (primera) revolución industrial (1780-1830 aprox.). El paradigma mecanicista (incluida la mecánica celeste) se consolida con las contribuciones de la gran física metemática francesa; pero entramos ya otra vez en un horizonte posterior a la muerte de Novalis. “En este despertar científico juegan los filósofos un papel importante de animadores culturales. Muchos de ellos realizan investigaciones en los nuevos campos, pero la mayoría aspiran a organizarlos en grandes enciclopedias comprensivas como la de Hegel o la del propio Comte.[41]” Inicio del impensable futuro de todo esto será, entre múltiples otras cosas, el entonces inédito Brouillon. De nuevo G. Bueno: “Algo había cambiado en las ciencias y era necesario aportar herramientas conceptuales para analizarlo. [Hay...] una vasta reflexión metacientífica […].[42]” Hasta que se imponga ampliamente el discurso universitario a lo largo del XIX, la actividad científica será llevada a cabo fundamentalmente por los llamados aficionados vocacionales.
La solución que da Novalis en su situación, bien informado como estaba en general de la ciencia in fieri francesa, será la elaboración de una Wissenschaftslehre, irremediablemente fichteana desde los primeros pasos y progresivamente emancipada de su mentor de origen. Uerlings: “Aquí se esboza una utopía universal del Romanticismo temprano, [...]. Pero el Estado libre [Freyer Staat de una de las notas del Brouillon, Á. R.] es una idea regulativa, un ideal necesario, pero jamás del todo realizable. En breve: una utopía.”
Las ideas románticas sobre la ciencia tienen en él, con Fichte, Hegel y Schelling, un representante señero. (Puede verse el Dialog de Novalis). El supuesto, como se vio, es una ciencia (ahora) ingenuamente unitaria, que se sustrae a toda verificación o falsación. Sucede además que Novalis la piensa como la mitad; la otra parte es der Glaube, la fe o creencia[43]. “La ciencia es solo una mitad, fe es la otra”, escribe en cierta ocasión reclamando una ‘construcción de la fe’ como objetivo. Curioso que un filósofo de la ciencia del siglo XX bien informado se situara del lado de Novalis: “el principio de la unidad de la ciencia se convirtió en uno de los postulados generales de nuestra concepción filosófica: “[la postura de Carnap] conlleva un rechazo de la posición imperante […] según la cual existe una diferencia fundamental entre las ciencias naturales y las Geisteswissenschaften, […][44]”. Y bien, filosóficamente era Novalis un sincretista y aquí puede estar la fecunda base de sus ‘elecciones’ científicas en el Brouillon, donde ha postulado cosas como una ‘astronomía moral’, la elevación a arte de la química ‘mediante la moralidad’, etc. Y que ello no obstante no tenía dificultad alguna de método en admitir el Esquisse de Condorcet (de 1795, y citado por Novalis). Hay diferencias entre Condorcet y Novalis, por cierto que sí, pero tienen por fondo las existentes entonces entre Jena/Sajonia y París.
Condorcet cree que ’la perfectibilidad del hombre’ es realmente indefinida, algo que desde la educación en el rigorismo hernuta no fue visto tan diferente. El francés es más político (viene del 89, del que acabó siendo víctima años después) y no se le escapan “la avidez, la crueldad, la corrupción y los prejuicios de los pueblos civilizados.[45]” No se pierde el paralelismo, sin embargo, pese a la mucha divergencia que separa a ambos en sus ideas de una religión positiva, por importante ejemplo. Una relación sinusoidal con notorias similitudes entre el conocimiento empírico de una fractura social y “la idea epistémica base de Novalis de un saber perfectible de la comunidad humana por así decir como ingrediente moral...[46]”. Por otro lado, Condorcet se pregunta “hasta qué punto la felicidad está unida a los progresos de la nación. Como quiera, ayudarán la filosofía, la medicina, las ciencias matemáticas en esa batalla por adquirir las luces.[47]” Ya en científico, cuenta también muy novalisianamente con que se producirá “el descubrimiento de las leyes generales del sistema del mundo.” Brillantes sugerencias para algún capítulo de la sociología de la ciencia.
Aquí hay por uno de los lados una fe ‘práctica’ y una confianza en que “la marcha de las ciencias se hace rápida y brillante[48]”, pese a las tiranías, gracias a grandes hombres de la ciencia. Con Dios como el Gran Enciclopedista, lo que implicaría una cierta teologización de los saberes. Esto acrecería los puntos de tangencia con Novalis por el rodeo de Plotino[49]; el fino instinto ‘teológico’ de Novalis, tan de Plotino y que encuentra un paralelo desconcertante en el Brouillon: “Pues bien, puesto que este mundo es un animal que comprende a todos los animales y que recibe de otro el ser y el ser tal cual es, y puesto que el principio de que proviene es reductible a la Inteligencia, es necesario que en la Inteligencia exista el Modelo universal y que dicha Inteligencia sea un cosmos inteligible”. (Véase también la entrada 1088). Instinto certero en lo teológico, decimos, certero y progresivo para lo filosófico; así, en los Fichte-Studien la filosofía fichteana ya no contaba como ciencia. Impresiona de nuevo la decisión con que rompe con las constricciones de partida, con Goethe asimismo (y seguramente aquí merecía la pena disponer de una mejor información sobre esos altibajos misteriosos en su relación con F. Schlegel); lo que por cierto nos invita a la búsqueda de nuevas ‘grietas’ actualizadas en la relación de los alemanes con el olímpico. Sobre esto asimismo Jauss[50]: “La obra literaria no es un objeto existente para sí que ofrezca a cada espectador el mismo aspecto en cualquier momento. No es ningún monumento que revele monológicamente su esencia intemporal.” Novalis y lo cambiante de cada visita a su mundo: por todo ello parece algo desenfocado el análisis derogatorio de Brion al que se aludió ariba. El muy competente Brion aquí se aproxima al Dilthey más miope. Como quiera, la pasión por Plotino de Novalis, aunque breve y muy a despecho de la requisitoria, de Escohotado esta vez, tiene que haber hecho lo suyo para estructurar una mente no siempre acepta al saber científico convencional. Estaríamos así cercanos a otras formas cognoscitivas emparentadas con el anarquismo metodológico: de la filosofía de Paul K. Feyerabend,
“No existe una ‘ciencia sistemática’ de cada esfera de la cultura. Ciencias tales como la ‘egiptología’ o la ‘sinología’, no tienen por qué interpretarse como ciencias unitarias, dada su condición enciclopédica […].[51]” Tampoco el saber, por tanto, está sustraido a los avatares de la cultura explícita, enciclopédica o no. Piaget pone una carga de profundidad más certera aún contra el sueño de antaño de la posibilidad de ‘coordinar’ las ciencias de la enciclopedia en un ‘techo’ filosófico. “Que se llame filosofía a la de los filósofos solo o bien a la de los sabios que ‘reflexionan’, y que se llame ciencia solo a la de los sabios o, también, a la de los grandes filósofos que han sabido experimentar y deducir, nada de esto tiene importancia: lo esencial es la trilogía reflexión, deducción y experimentación, el primer término de la cual representa la función heurística y los otros dos la verificación cognitiva que es única constitutiva de ‘verdad’.[52]” Y no hace tanto que Mattusek ‘profetizaba’ la obviedad que ahora casi constituye nuestro mundo cotidiano[53]: “Las enciclopedias del mañana serán los bancos de datos. […]. ... los bancos de datos están convirtiendo en realidad la pretensión de totalidad del romántico. [...]. A principios del XXI [...] todo el saber del mundo estará almacenado en ordenadores.” Fons et origo: Novalis inesperadamente recuperado. Ahora bien, lo que pueden ofrecer los bancos de datos no es saber, sino información. ¿Nuestro futuro?
En otro fragmento del Brouillon damos con una idea hedonista o, quizá mejor, aristocrática del saber. “No es solo el saber lo que nos hace felices – es la calidad del saber – la condición subjetiva del saber. Saber completo es convencimiento y es ésta la que nos hace felices y nos satisface. Saber muerto – vivo.” Se ha repetido que este pensador, que viene de innumerables generaciones de nobles, no conoció la vida urbana, abstrayendo del corto interludio estudioso en Leipzig (si bien de una forma u otra trató a un buen porcentaje de las grandes figuras en creación literaria y en filosófica de aquella Alemania). Que en su mente juegue entonces con y combine unas experiencias librescas tendentes a lo fantástico no es tan tan raro. Sus lugares de residencia se llamaron Oberwiederstedt, Lucklum y Grüningen, o ciudades entonces pequeñas como Weissenfels o Jena (entonces unos 4500 habitantes ). La mayor ciudad que conoció, la ya citada Leipzig, andaba por los 30 000 habitantes. También hay que decir que en ese ámbito reducido viajó mucho de un sitio a otro; con su imponente formación, resultó fácil a aquel artista de excepción la elaboración de discursos sobre sus lecturas en derecho y medicina, política y filosofía, física, química, historia, religión o economía del modo más soberano. Un urbanita seguramente no habría conocido esos vuelos de la fantasía - en Novalis esta impronta formativa fue condición de posibilidad del Brouillon.
Un carácter y una formación como la de este autor no facilitan precisamente las indagaciones contextualizadoras, o sus parentescos y deudas con otros escritores. Esa extrañeza ha podido ser un obstáculo para la aproximación crítica a su impostación básica filosófico-trascendental desde las Vermischte Bemerkungen, demasiado tiempo no leídas a derechas[54]. Kurzke relativiza con tino la distancia que lo separa de sensibilidades modernas: “Cierto que no hay que tomarlo en su literalidad, no demasiado profesoralmente, no cabe con él someter a cada una de sus palabras a la balanza de oro. La lectura de Novalis no es algo para dogmáticos.[55]” Añadiríamos que justo lo abierto, lo no académico, lo incierto incluso de su empeño poético-científico es el gran legado novalisiano.
Sin perjuicio de las - no tan inmaduras - ‘Klagen eines Jünglings’, lo primero que Novalis dio a la imprenta fue la colección de fragmentos Blüthenstaub. En carta a A. W. Schlegel la menciona; casi todos los elementos de la colección, por lo demás, habían sido reelaborados. En su segunda colección, de ese mismo año, que, como sabemos, lleva por título Glauben und Liebe, inesperadamente tanto su autor como Schlegel aluden a ella como Aufsatz (‘ensayo’, ‘artículo’, ‘composición’). También emplean el término Aforismos (políticos). Otra prueba de las dificultades para determinar lo que entendían por Fragment está en la edición de F. Schlegel y Tieck (tampoco el trato que dio Schlegel a los segmentos de su amigo antes de su aparición en el ‘Athenaeum’ casa con la Symphilosophie que decía profesar). Las intervenciones masivas en el manuscrito entregado incuestionablemente han deturpado lo que cabe conjeturar como la intención del texto originario (puede verse en cualquier edición que presente a dos versiones enfrentadas). Como quiera, por fuerza nos sentimos inseguros en la gnómica de las formas: aforismos, refranes, sentencias o proverbios, por no hablar de formas de análisis de nuestro tiempo: hipertexto, intertextualidad, paratextualidad, metatextualidad, etc
Uerlings ha especulado sobre los posibles móviles del poco respeto textual de Schlegel; según aquel, Schlegel no habría entendido en absoluto al amigo. Lo que sí puede afirmarse es que Novalis era consciente de haber encontrado con su forma idiosincrásica y personal en el fragmento (conocía bien a Lichtenberg, los aforismos de Goethe, a algunos franceses como Larochefoucault, etc.) un instrumento que congeniaba con la estética que iba descubriendo, en paralelo con la forma novela. “Es sind Bruchstücke des fortlaufenden Selbstgesprächs in mir[56]”, comunica a Schlegel apuntando reflexivamente al carácter (auto)dialógico de esta forma, como quiera que acordemos titularla. Sin aparente preparación, ya en las primeras analectas que da a la luz presenta con consumada artisticidad su interés por la filosofía, la religión y las ciencias físico-naturales en conexiones formales que asombran. Y así y por contraste con la forma de prosa breve precedente - máxima francesa, epigramas, etc. -, “el fragmento romántico alemán se afirma como una especificidad estética que es su marca. En tanto que bocetos, epítomes o simples golpes brillantes de ingenio, señalan lo necesariamente menesteroso e incompleto del mundo” (Uerlings) que conocen. Mucho de todo esto está en el programa de potenciación que inspiraba al poeta: “Die Welt muss romantisirt werden”, ‘El mundo ha de ser romantizado’, léase elevado.
Los apuntes científicos que fue tomando en el período de aprendizaje de Freiberg son la poderosa base de materiales de que surgió el forzosamente trunco Brouillon. Expressis verbis hay en él menciones a Tiedemann, Kant, A. von Humboldt, Condorcet, d’Alembert, Baader, Euler, Copérnico y otros, y ello considerando solamente las entradas del Brouillon que el propio Novalis ha rotulado como Enzylopädistik o Enzyklopädik. Nótese, incluso en tan reducida muestra (una idea general de sus preocupaciones y lecturas las daría solo la totalidad de las entradas) lo heteróclito de sus consultas. “Un programa ideológico es una profesión de fe y un plan para reforzar y propagar esta”, ha escrito Bunge. A contrario, es asimismo “un proyecto de investigación que empieza con problemas, y sin más principios que los científicos filosóficos generales subyacentes a toda investigación científica, […].[57]” ¿Dónde situaremos a Novalis, eterno ocupante del espacio entre las dos sillas? Porque al cabo no fue fichteano, ni goethiano, ni humsterhuisiano. Preferimos quedanos con su modernidad: Novalis queda.
Como mínimo Novalis ha columbrado algunos desarrollos asociados a estados científico-matemáticos futuros (límites, cálculo diferencial). En lo que parecería el ‘núcleo duro’ de su interés científico-enciclopedístico, es decir, las entradas del Brouillon que comienzan por ENZYKLODÄDIK o ENZYKLOÄDISTIK y completando la relación anterior, se computan 65 ocurrencias. Werner, el Polyhistor sistemático y universalmente formado que encuentra en la Academia de Freiberg, aparece 6 veces, Kant 4, Fichte 2, Copérnico 2 y una sola Newton, Euler, Krug, Hemsterhuis, Schlegel, F. Bacon, Ptolomeo y Tycho Brahe. Algo que además representa una fracción reducida de la totalidad de los items del libro. Y es así como nos encontramos en el azaroso taller[58], valga la licencia, de la empiria del idealismo mágico de que se ha reclamado el autor, y desde donde orientará con alguna oscuridad el programa que intenta aplicar al año siguiente (1798). Tal programa seguirá avanzando en toda una serie de adiciones, una casi inabarcable masa de notas: inefables ‘ejercicios de dedos’ en dirección a la magia de un pretendido realismo.
Con una perspectiva más amplia ahora podemos volver al Brouillon del documento Novalis II. Hacia el otoño de 1798 las notas para la Enzyklopädistik se multiplican y el proyecto exige contornos más fijos (Novalis llevaba carpetas bien separadas para las varias disciplinas). Aparece la frase con voluntad de célula originaria de una empresa mayor - “Alle W[issenschaft] ist Eine” -: toda ciencia es una, sin que se le escapen las gigantescas dimensiones reales de su ensueño. Al mismo tiempo ese Buch, como empieza a llamarlo, es elevado a la categoría de ‘clasificación de todas las operaciones científicas’, un operador cuyo campo de aplicación no se define. Observemos de paso el hecho, ya señalado por Mähl, de que Novalis casi siempre habla de una Enzyklopädistik como objetivo de su trabajo, no como una Enzyklopädie. Por lo demás, sobre la forma que el libro futuro habría de adoptar, Novalis no ha desarrollado ideas en detalle, y lo que tenemos no siempre está claro. Todo lo cual es muy romántico. Así, es para nosotros muy informativa una nota temprana - toda ella una interrogación -, que encontramos en una carta a Schlegel sobre el estilo de determinado apunte, que ha de ser “tan romántico como sea posible”; con sus palabras: “¿Ha de ser una investigación (o ensayo), una colección de fragmentos, un comentario de los de Lichtenberg, un informe, un informe evaluativo (Gutachten), una historia, un tratado, una recensión, una alocución, un monólogo (o parte de un diálogo), etc.” Fue, es todo ello.
Novalis no deseaba (no podía) emprender algo metódicamente serio para acabar su ‘libro’, el Buch. Aquí diverge su plan de todos los precedentes, desde la Antigüedad clásica. “El Allgemeines Brouillon no solo está incompleto, sino que constituye más bien el trabajo previo a una obra sobre cuya configuración nada sabemos, puesto que constituyó uno de los uno de los muchos planes que simplemente abandonó. […]. Puede imaginarse, sin embargo, por sus muchos apuntes sueltos, que la obra planeada habría de ser [algo así como] un órganon científico de extraordinaria complejidad […].[59]” Nos quedamos en la promesa. “Como definición operacional esencial de la vida humana […] tomamos el proceder proléptico de la misma, siempre que las prolepsis se entiendan como una anámnesis que al repetirse y transformarse realiza lo que retrospectivamente llamamos futuro.[60]” De una vida y una obra suficientemente inefables: esa prolepsis que se recuerda a sí propia puede ser una buena imagen para el Brouillon. Y aquí la amistad entre los románticos primeros puede encubrir sus serias diferencias en la consideración de la persona y el Nachlass novalisianos. Merecen ser insertadas como despedida las palabras de Dilthey sobre La escuela romántica[61]: “Sin embargo, entre estos hombres mediaban extraordinarias diferencias en cuanto a la posición que ocupaban respecto a los elementos de la cultura intelectual. Los puntos de partida de un August Wilhelm Schlegel, de un Novalis, de un Friedrich Schlegel y de un Tieck eran completamente heterogéneos[62]. Novalis sin duda se hallaba espiritualmente mucho más cerca de Hölderlin que de su amigo Wilhelm Schlegel, por ejemplo.” Un posible proyecto investigador: Novalis desde sus homologías con Hölderlin.
Novalis es contradistinto de los demás, incluso en su grupo inmediato (Romantikertreffen). La impugnación de su obra no poética y no narrativa ha sido múltiple; se le ha imputado, lo sabemos bien, la especulación arbitraria, el cultivo de una filosofía paracientífica, etc. Quedará en cualquier caso el poderosísimo lenguaje del autor, de que el Brouillon es sesgadamente representativo. Aquí sería oportuno Pablo dirigiéndose a los Corintios I (3, 112): “… videmus nunc per speculum in aenigmate.[63]” Se diría que Novalis pretendió con toda naturalidad estar a ambos lados del espejo: muy tomasianamente en dos sitios a la vez, “hic et in patria” (celestial). Así, con él no tiene validez la falsabilidad de enunciados de una lógica de la que ya está lejos. La historia alemana anterior al romanticismo, también religiosa y literaria, ha dejado poderosas marcas en ese lenguaje de la doble ‘ciudadanía’. Böhme y los místicos medievales están detrás de su sugestivo empleo de la preposición ‘in’ y derivados: inner, innerlich, innig, o del ‘un’ de sus elecciones léxicas para lo ilimitado: unaussprechlich, unermesslich, unendlich, unsäglich, unbegreiflich, unergründlich, etc. Es el léxico de lo nouménico. Y, en fin, ¿tienen algún sentido aquí los ‘juegos de lenguaje’ contrafácticos? Futurición ociosa: un Novalis septuagenario y activo. Un destino insospechado y su deseo se opusieron a ello.
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[43] Uerlings (1997: 21).
[44] Carnap (1992: 98 y s.).
[45] Condorcet (1923: 17).
[46] Rommel (1997: 42).
[47] Condorcet (1923: 46).
[48] Condorcet (1923: 177).
[49] Plotino (vol. V, 1988:280).
[50] Jauss (1976: 167).
[51] Bueno (2016: 230)
[52] Piaget (1968: 207).
[53] Mattusek (1988: 2 y s.).
[54] Kurzke (2001: 38).
[55] Kurzke (2001: 103).
[56] Carta del 26 de diciembre de 1797.
[57] Bunge (2000: 244].
[58] Kurzke (2001: 38).
[59] Mähl (1993: XLIII)
[60] Bueno (1987: 522).
[61] Dilthey (1978; 302).
[62] Puede extenderse esto a Ritter, Tieck, Schelling o Steffens (Á. R.).
[63] Pablo de Tarso, Corintios I (3: 112).