Novalis III. El año final de una vida terrenal dirigida a la apoteosis.

Ángel Repáraz

(También disponible en pdf)


1 Un tiempo, un contexto  

2 Pincelada sobre la fase previa

3 Excurso I: algunos románticos y la Revolución 

4 Del 11 al 14 de noviembre 1799. El Romantikertreffen

5 Un enigma: La cristiandad o Europa

6 Excurso II: Novalis, Kant y La paz eterna

7 La moviola del tiempo I: 1799 avanzado y 1800

8 La moviola del tiempo II: el final, hipótesis

9 Notas finales

10 Material utilizado


1 Un tiempo, un contexto      

El viajero ha venido a visitar la tumba de un artista extraordinario en Weißenfels, Turingia, situada en lo que fue un reducido cementerio muy próximo a la casa adonde se trasladó con la familia en 1785 y donde él ha muerto. Hay asimismo un busto de granito blanco del poeta de finales del siglo XIX. Arriba, un cielo profundo es atravesado por formaciones nubosas que acaso no sean tan distintas de las que avanzaban el 26 de marzo de 1801, cuando fue inhumado al lado de uno de sus hermanos. El antiguo cementerio de San Nicolás forma hoy parte del parque municipal de Weißenfels, que en tiempos de Novalis - es nuestro poeta - era  una pequeña ciudad no del todo irrelevante en la política sajona. Aquí se había asentado la familia Hardenberg cuando el padre no pudo ya como director de salinas con los altos costes de mantenimiento del castillo de Oberwiederstedt, donde había nacido Novalis. Con excepción de unos pocos años, la vida del poeta estuvo ligada sobre todo a esta pequeña ciudad y a la casa donde entraban y salían no solo Tieck y F. Schlegel; también recibió la visita de Goethe.

Novalis ha sido, entre sus actividades varias, un singular científico en una Alemania que en este ámbito no estaba tan atrasada. El propio rey Federico II de Prusia había tenido un amplio interés desde los 40 de ese siglo XVIII por impulsar la Academia Prusiana de Ciencias de Berlín, fundada en 1700 por Leibniz. Y el monarca se las arregló para llevar a Berlín a científicos de la talla de Maupertius, Euler o Lagrange. Porque en la monarquía, y en Alemania central en general, se va desarrollando algo similar a una clase media culta - cortesanos, comerciantes, profesores, propietarios agrícolas, un funcionariado incipiente -; en 1770 el catálogo de la Feria de Leipzig acoge a 260 editoriales, con más de 3000 títulos publicados. (“El número de libros publicados en latín, asequibles únicamente para una minoría de la población, se redujo [...]. El aumento en la cantidad de libros en alemán se vio acompañado por una auténtica explosión en la producción de diarios, revistas y periódicos de todo tipo; […].” El público lector es cada vez más amplio, y por tanto los productores alcanzan alguna seguridad (en 1790 había en toda Alemania unos 6000 escritores en activo); por destacado ejemplo, hacia 1796 F. Schlegel casi puede decir que vive de su pluma - precariamente, cierto es. Opina y publica en revistas - fundadas por él, o por amigos -, sobre literatura, filosofía moderna y antigua; es por cierto un consumado helenista. El gusto está cambiando y para él las mejores novelas son las autoconfesiones de autor (consideraba las Confesiones de Rousseau una magnífica novela). 

Desde que estallan las guerras napoleónicas hasta Waterloo el ámbito geográfico europeo desde Andalucía hasta Moscú vivió en una tensión continua. Aunque más o menos lejanas, en la adolescencia y la primera juventud de Novalis esas guerras son asimismo prácticamente ininterrumpidas. Las destrucciones, los saqueos y los incendios no fueron experimentados en Sajonia-Weimar hasta 1806, y esto explica la pertinacia de aquellos jóvenes en su admiración por la Revolución de París y hasta por el primer Napoleón (Hegel incluso después de que la soldadesca francesa le saqueara la casa en Jena; pero Fichte como tarde desde Berlín veía ya claro, y no era el único, que Napoleón sencillamente había pisoteado los que parecían los ideales revolucionarios). Sea de ello lo que quiera, en 1792 el ejército revolucionario francés penetra en los territorios del apenas nominalmente sobreviviente Sacro Imperio; a finales de 1794 todo el territorio alemán al oeste del Rhin estaba bajo dominio francés, lo que se prolongará hasta 1814. Con cobertura militar francesa ese mes de octubre de 1792 se funda en Maguncia la 'Sociedad de los Amigos de la Libertad y la Igualdad', con más de 450 miembros; imprimen y distribuyen todo tipo de hojas volanderas. El Klub además mantiene contacto con los jacobinos de París y el escritor Georg Forster es un miembro activo y sobresaliente del mismo. Hacia fines de 1792 la Convención en París establece que los generales franceses son responsables de la abolición de todo tipo de carga feudal en los territorios alemanes bajo ocupación francesa. Además, en los territorios anexionados deben convocarse elecciones. Los románticos (y algunos de sus predecesores) no son insensible a estas cosas; Fichte antes que nadie, Schleiermacher, Hölderlin, Hegel, son no mucho después públicamente críticos con los muy visibles restos feudales del país.  

El 24 de febrero de 1793 tienen lugar en los territorios ocupados las elecciones para el Nationalkonvent renano-alemán, primera vez que en suelo alemán se celebran elecciones. El 17 de marzo de ese año se reúne el citado Konvent; más de la mitad de sus 130 diputados son campesinos. La novedad revolucionaria es que la asamblea manifiesta su voluntad de separar el territorio de Maguncia del Reich. Hölderlin había escrito a su hermana en 1792: “Créeme, querida hermana, vendrán malos tiempos para nosotros si ganan los austríacos. [...]. Créemelo y reza por los franceses, los defensores de los derechos humanos.” Entre tanto, empiezan a aparecer traducciones alemanas de discursos de los jacobinos más notables (Robespierre sobre todo), muy perseguidas. Y todo un Fichte se dirige a los “príncipes de Europa, que hasta ahora han oprimido” en un escrito memorable, Reivindicación de la libertad de pensamiento (1793). Pero cuando las tropas prusianas recuperan en marzo de 1793 casi todos los territorios ocupados por los franceses, Maguncia resiste como último bastión. El propio Goethe ha descrito en su Diario la valerosa defensa de la ciudad de abril a julio de aquel año. 

Pero el retraso material en la monarquía prusiana todavía era enorme; los transportes fluviales estaban afectados en todas partes de innumerables tasas y gravámenes. Por ejemplo, entre Hamburgo y Dresde las mercancías que se enviaban por el Elba tenían que pasar por fielatos fluviales más de 30 veces; se comprende que el Zollverein (1834) fuera saludado como condición previa absoluta de la unificación. El estado de las carreteras era inimaginablemente malo. Al Este del Elba la primera carretera con firme de piedra solo fue construida en 1793.   Y, si bien el nivel educativo (no solo urbano) alemán era bueno para la época si se compara con el resto de Europa, la producción filosófica y artística se resentía del conservadurismo que imponía una superestructua política parafeudal. Pero los alemanes son conscientes un buen día del atractivo cultural de sus vecinos al otro lado del Rhin; y esa conciencia nacional adoptará mucho de los vecinos franceses, con algún desdén también. Nos acercamos al romanticismo.  


2 Pincelada sobre la fase previa

Brion señala que “los biógrafos de Novalis se preguntan si el poeta no habría recurrido a las drogas para estimular su videncia, y si las visiones que tuvo no serían provocadas por la absorción de alguna 'pócima secreta'.” Pero aquí hay algo de ingenuidad en Brion, o bien olvida pasos del Diario de nuestro autor (“siempre me quedará el agua amarga de almendras y el opio”, porque Novalis al acostarse se aplicaba 30 gotas de opio). Por lo demás todo ello era casi inocente para la permisividad de entonces, tanto en Alemania (E. T. A. Hoffmann y el alcohol) como en Inglaterra (Wordsworth, De Quincey después también con el opio). Como quiera, en 1798 ya está en Jena un profesor de 23 años - fue Goethe, con el conocimiento de Schiller, quien sugirió al ministro Voigt que le hiciera una oferta; más tarde traería a Hegel - llamado Schelling, y en octubre de ese año da su primera clase. Hay gran afluencia de estudiantes, que escuchan admirados; el supuesto es que se está ante un genio (los ecos de la Genie-Zeit todavía eran audibles). Muy spinozianamente, Schelling desarrolla sus ideas sobre la naturaleza como de una fuerza eternamente creadora, casi consciente. 

En el verano de 1799 conoce Novalis a Tieck en Jena; ya había quedado prendado del Franz Sternbald y de sus cuentos. La amistad es firme desde el comienzo mismo, con algo de revelación recíproca; en Weimar los nuevos amigos visitan a Herder y, junto con August Wilhelm Schlegel, el 21 de julio a Goethe, que prestó atención sobre todo a Tieck, como vemos en su Diario. Es más que verosímil que el nuevo vínculo amistoso fortaleciera el equilibrio interno de Novalis, que acaso de alguna forma ya intuía que atravesaba las coordenadas del mediodía de su existencia. A todo esto se sumaría poco después una experiencia de peso para las concepciones religiosas de Hardenberg. En el otoño de 1799 apareció Sobre la religión. Discursos a los estudiosos entre quienes la desprecian, de Friedrich Daniel Ernst Schleiermacher, un clérigo ilustrado. Novalis no conocía personalmente al autor, durante un tiempo capellán del hospital de La Charité de Berlín. Se hizo llegar el libro - todavía no estaba distribuido - y se puso a estudiarlo sin demora. No podía ser más empático con Novalis el autor nuevo: ser religioso para Schleiermacher era “beber en la belleza del mundo”. 

De relevancia es aquí que en las semanas consecutivas a esa lectura compondrá el ensayo La cristiandad o Europa; también compuso lo que puede verse como su complemento lírico: más canciones para recitar en el culto religioso y, ya hacia el cambio de año (1799/1800) el manuscrito de los Himnos a la noche.


3 Excurso I: algunos románticos y la Revolución

Es falaz hablar de los románticos alemanes en bloque. En lo que respecta a los cambios revolucionarios en Francia, de antemano hay en casi todos ellos cierto comprensible desconocimiento de la dimensión política de lo que sucedía allí, exaltación en algunos, sin contar los cambios de partido (Schiller). Tuvo que venir el estudio de Burke - muy pronto traducido, y por triplicado, en aquellos años - a poner algún orden e información en las apreciaciones. Novalis, en particular, con su pronta desaparición se ha ahorrado el tedio de las retractaciones y las autorrepeticiones, a veces banales, de su amigo F. Schlegel, a quien en 1809 recibe Metternich en Viena después de su conversión, y que ulteriormente participará con alguna responsabilidad en el Congreso de Viena; Metternich lo ha nombrado Legionsrat. La querencia del Príncipe por los representantes de la literatura alemana es de todos modos larga. Goethe lo conoció en el balneario de Karlsbad (Karlovy Vary) y prodigó al estadista muestras seguramente sinceras de amistad y admiración. A tener en cuenta aquí asimismo la prolongada trayectoria de un Schelling musealizado en el Múnich de los 70 y los 40 del XIX. Aquí tendría también su lugar siquiera parcialmente Tieck, solo epidérmicamente alcanzado por la muy conocida ola de conversiones al catolicismo que afectó a otros románticos alemanes (F. Schlegel y familia, Brentano, etc.). Con la muerte temprana Novalis se sustrajo en efecto a la dilatada autonegación del colofón romántico, que en sus concreciones va desde el desengaño hasta el manto protector de la Iglesia católica de la Santa Alianza, como fue el caso del citado F. Schlegel. Novalis procedía de una antiquísima familia de la pequeña nobleza, y seguramente por ese azar se ha librado de algún modo de las dependencias materiales del destino de Herder, Schleiermacher, Hölderlin o Fichte; él no necesitó hacerse clérigo ni preceptor doméstico. 

Entre los románticos se admiran, ya se ha dicho, las mencionadas Reflexiones de Burke (1790), ese “libro revolucionario contra la Revolución” para Novalis. Y seguramente no sería difícil dar con puntos de contacto entre las posiciones de ambos, lo que además nos situaría ante una interesante cuestión: ¿cómo, cuánto de reaccionario, de hombre del Antiguo régimen había en Novalis? Está la extensa carta a von Oppel de principios de 1800 que, si por un lado representa un verdadero curriculum personal, no menos es una exposición de su idea sobre la historia reciente: “En Jena trabé conocimiento preciso con excelentes estudiosos y el amor de las musas fue ganando terreno a medida que la moda de la democracia de entonces me iba haciendo desertor [abtrünnig] de la vieja fe aristocrática.“ Contamos además con otro paso para cuestionar su 'reaccionarismo': en una carta en que Novalis participa a F. Schlegel de su nuevo vínculo amoroso e in spe matrimonial (del 20 de enero de 1799), si bien deplora el muy poco trabajo de escritor que había producido en la fase previa, al mismo tiempo le declara que había elaborado un plan de largo alcance: “la creación de un orden literaria y republicana – que sea plenamente mercantil y política”, de “una auténtica logia cosmopolita”. Incluida en el plan estaba el detalle de una imprenta y Jena, Hamburgo o Suiza habrían de ser sede de las ”oficinas”. Adviértase: una orden republicana, cualquiera que haya sido la idea que por aquel entonces se hacía Novalis de ello. Modelos de asociaciones superestatales de este tipo los había abundantes entre las logias masónicas y las sociedades filantrópicas del siglo de la Ilustración, y también la ‘Sociedad de la Torre’ del Meister goethiano tiene que haber sido tomada en consideración.

Representante señero de las ambivalencias en las luminarias de la Alemania de la época frente a la Revolución francesa - que, junto con F. Schlegel, ve en un principio como la signatura de una época, algo así como la clave para entender toda la historia moderna -, Novalis, como vemos, no estaba solo con ello. Asimismo Schleiermacher aprobaba lo que llegaba a Sajonia o Prusia de los acontecimientos de París, si bien más tarde actúa como un predicador patriótico que ve un tirano en Napoleón. Sobre esto Benz señala algo importante: “Era también desde luego una visión escatológica de la revolución inicialmente, pero en un sentido totalmente positivo. Klopstock está dispuesto a glorificar los Estados Generales de Francia […].” Tampoco en esto tuvo tiempo Novalis para rectificar en un sentido nacionalista; de creer a Just, en un principio admiraba el sistema de terror de Robespierre por su consecuencia [?]. Claro que en la colección Polen observa: “Lo mejor que han ganado los franceses en la revolución es un trozo de Alemania”). Por su parte Kant en 1795 y por tanto mucho después de la Bastilla, consideraba como “objetivo del desarrollo interno de los estados una república regida de acuerdo con los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad”. Fichte fue un paso más allá y en dos escritos publicados (anónimamente) en 1793 había defendido la Revolución francesa y exigido la supresión de los privilegios feudales: a pesar de todo lo cual Goethe le brindó una plaza de profesor en Jena. No siempre se es justo con el Geheimrat de Weimar. En 1799, sin embargo, con la crisis del “ateísmo”, las cosas habrán cambiado y Fichte es expulsado de Jena. El efecto de todo esto es que desde 1790 y especialmente en Prusia la censura había sido reforzada. Nicolai tuvo que desplazar su revista Allgemeine deutsche Bibliothek de Berlín a Kiel, que estaba bajo dominio danés. Previsiblemente las tensiones entre los estados feudal-absolutistas y la Francia revolucionaria se agravaron sobre todo con la ejecución el 21 de enero de 1793 de Louis Capet, exLuis XVI de Francia, “por conspiración contra la libertad y atentado contra la seguridad de la nación”. Schiller había estado dando vueltas a la idea de publicar un escrito para salvar al monarca depuesto. 

Que sepamos, no hay en Novalis una condena abierta de la Revolución. De manera que la ecuación 'romántico' = 'reaccionario' no está bien planteada, no hasta 1804/05, por lo menos. El problema es que palabras como Demokratie, Republik, Demokratismus son empleadas en Novalis no como tipificación de formas políticas de funcionamiento estatal, pero más bien como expresión de modos generales de conducta, observa atinadamente Kluckhohn, lo que explica que en 1798 pueda el poeta sin violencia hacerse valedor de la monarquía prusiana. Se trata de las esperanzas despertadas por la nueva pareja real que formaban Federico Guillermo III y su esposa Louise; él había subido al trono como rey en Berlín en noviembre del año anterior. Como tal introdujo modificaciones en el estilo de la corte prusiana para la época sorprendentes, y comenzó a tomar parte en la vida social y cultural fuera de los muros del llamado castillo de Berlín. Novalis, dado a los entusiasmos, quiso ver que de algún modo se habían convertido en representantes de su ideal del futuro Estado poético.


4 Del 11 al 14 de noviembre 1799. El Romantikertreffen

Hasta las invasiones napoleónicas los estudiosos alemanes miran con despreocupación la política, o tan solo abstractamente. Las cosas cambian pronto. En 1799 Holanda y Suiza están otra vez bajo control francés y el teatro de operaciones salta de aquí a allá. Napoleón, después de la campaña de Egipto y Palestina, en octubre de 1799 está de nuevo en Francia. El Directorio ya no sirve al gran dinero francés, que exige un poder estatal fuerte y estable; es decir, la seguridad frente a las monarquías feudales y frente a Inglaterra. En ese contexto Napoleón da el exitoso golpe de Estado del 18 de brumario (9 de noviembre) de 1799. Por aquel tiempo y en Sajonia, Novalis pasaba una considerable parte de su tiempo en las salinas, o redactando laboriosos informes oficiales relativos al trabajo en las explotaciones de lignito. O anotando con rapidez unos fragmentos, o con construcciones novelísticas truncadas que quedarían truncadas.

En los últimos decenios del XVIII la Universidad de Jena se ha convertido en una de las más importantes de Alemania; parte importante de la receta consistía en llamar desde Weimar como profesores a estudiosos de prestigio. En noviembre de 1799 la ciudad es sede de un acontecer singular por parte de estudiosos que han sido, son o serán vinculados al alma mater. Desde el año anterior, cuando recorrieron juntos la colección de antigüedades de Dresden a la luz de antorchas, los románticos (todavía no se ha naturalizado el nombre del todo) no habían tenido un encuentro colectivo. Ahora F. Schlegel y su amante Dorothea, su hermano August Wilhelm y su mujer Caroline, Novalis (con su hermano Carl), Schelling, Tieck y el físico Ritter, se preparan para un encuentro que se prolongará días. La idea consistía en leer en el grupo y discutir textos propios sobre religión, galvanismo, poesía, etc. El encuentro se celebra en el inmueble que ocupa August Wilhelm Schlegel con su mujer. En el mismo inmueble se alojaban por entonces Friedrich con Dorothea y (provisionalmente) el poeta Tieck. Parece que la auténtica fuerza organizadora del encuentro ha sido August Wilhelm Schlegel. A Novalis indudablemente el acontecimiento le proporcionó una orientación vigorizante en su creatividad. No es hiperbólico ver todo ello como el punto de ignición del joven movimiento filosófico-literario. 

El 10 de noviembre Novalis ha asistido a la boda de su hermana mayor en la propiedad familiar de Schlöben; al día siguiente se dirige nuestro autor a Jena con su hermano Carl. La mujer de A. W. Schlegel, por cierto, experimentaba una poderosa atracción por el joven Schelling - 12 años menor -, que acabaría casándose con ella. Así que el todavía esposo de ella, muy moderno e ilustrado en su tolerancia, mantuvo pro forma una convivencia con ella sin estridencias (muy productiva esa convivencia: hasta hoy han quedado sin atribución inequívoca algunas de las traducciones de Shakespeare que, no sin dudas, tradicionalmente se han supuesto del marido; ella también escribía críticas para la Allgemeine Literatur-Zeitung, la mejor revista literaria alemana de entonces, que llevaban la firma del esposo). Parte del círculo era también el joven físico J. W. Ritter, interesante autodidacta que vivía en una situación de gran pobreza y a quien Novalis veía por primera vez; le ayudaría financieramente. La casa ha sido limpiada a fondo y debidamente aderezada; las cortinas blancas de las ventanas están inmaculadas cuando llegan Novalis y su hermano a la casa de la Leutragasse de Jena, exactamente cuando llega a Jena la noticia del golpe de Estado de Napoleón en París.

Con sus experimentaciones eléctrico-galvánicas Ritter aspiraba a descubrir la auténtica alma de la naturaleza, un proyecto perfectamente ‘romántico’. A lo largo de estos días, Ritter le habló largamente a Novalis de sus dos recientes descubrimientos: la galvanoplastia y la acumulación eléctrica. Novalis no era del todo lego en aquellos asuntos desde su paso por la Academia de Freiberg. Mucho antes, en 1744, Mesmer había aventurado ya el valor terapéutico del imán en afecciones gástricas;  y Novalis, los Schlegel y todo el primitivo círculo de Jena eran ‘magnéticos’ (tampoco demasiado después Mary Shelley en su novela hace que Frankenstein ‘vivifique’ los pedazos orgánicos que tiene ante sí mediante chispas galvánicas). “Hardenberg está aquí para unos días”, escribe Dorothea a Schleiermacher. “Tiene usted que verlo; ya que si usted lee treinta libros de él, no lo entiende tan bien como si toma usted una vez el té con él. […]. Pero tiene el aspecto de un visionario, […]. La religión está aquí à l'ordre du jour. Los señores están un poco locos.“ Y F. Schlegel escribe a Schleiermacher también: “Nos ha leído [Novalis] un ensayo sobre el cristianismo, que ha dado para el Athenaeum. […]. También nos ha leído canciones espirituales, que son lo más divino que ha hecho nunca. La poesía que contiene no tiene similitud con nada a no ser con lo mejor del Goethe juvenil [...].” Tieck leyó sobre un tema asimismo religioso, su tragedia Vida y muerte de Santa Genoveva. 

Lo que Novalis había leído en el círculo de amigos entusiastas fueron algunas de las canciones espirituales que había escrito en los meses anteriores y, puede pensarse, estimuladas por la lectura de las Alocuciones de Schleiermacher. También lee el ensayo La cristiandad o Europa, que anuncia la esperanza de un nuevo papado y una nueva religiosidad como formas naturales para organizar la paz, lo que dio pie a Schelling, pastor evangélico de formación, para ironizar sobre aquellas tesis allí mismo en los llamados Knittelverse con una paródica (8 páginas en ediciones actuales) 'Profesión de fe epicúrea de Heinz Widerporst' (“Und lebten die Laien und die Pfaffen/ zusammen wie im Land der Schlaraffen”: ‘y los seglares y la clericalla vivirían/ juntos como en Jauja’). Un problema era la publicación de Die Christenheit en el Athenaeum. No era sencillo tomar una decisión en el círculo de los amigos y al final venció la resolución de elegir un juez imparcial. Allí cerca, en el llamado Castillo Viejo, se alojaba Goethe por aquellos días (lo hacía con frecuencia). 

Había altibajos en la apreciación de ambos manuscritos. (Uno piensa en las primeras reuniones del Gruppe 47 en la inmediata postguerra alemana, y en la acogida negativa, no sin escarnio, que obtuvo en la reunión en un pueblecito de la Baja Sajonia la Todesfuge de Celan leida por su autor). Fue entonces cuando determinaron que la cuestión la decidiera Goethe. Así que se solicitó al Geheimrat que decidiera sobre la La cristiandad. Goethe, después de una vacilación inicial algo tensa, aceptó la función arbitral para aconsejar salomónicamente más tarde que dejaran  descansar ambos manuscritos, la confesión y la contraconfesión, y así quedaron las cosas. Precisamente Goethe, que, según Korff, más tarde pudo llamar emperador a Novalis. 

Los juicios derogatorios sobre La cristiandad han sido recurrentes en la recepción, como este de Octavio Paz: “Debemos a Novalis algunas de las máximas más luminosas sobre el erotismo y las revelaciones entre el cuerpo del hombre y el del cosmos; asimismo, es el autor de uno de los ensayos más reaccionarios de esa época: Europa y [sic] la cristiandad.” Como quiera, en Jena los encuentros se producían dos veces al día con discusiones en grupo, sesiones en que se hablaba de La cristiandad o de artículos para el Athenäum o con un Schelling exponiendo fragmentos de su filosofía natural, que escribía entonces, o con Ritter informando sobre novedades en las áreas del galvanismo y la 'electricidad' (todo muy de los tiempos, también A. von Humboldt experimenttaba con la llamada electricidad animal, etc.). Las reuniones tuvieron que ser un tanto alborotadas de vez en cuando. Tieck, famoso recitador, leyó de sus poemas y, como se ha dicho, de la tragedia Genoveva y August Schlegel fragmentos de su traducción de Dante; luego diría este que hasta su traducción en Alemania se ignoraba quién era Dante. A última hora de la tarde salían para dar un paseo.  

Algunas de aquellas canciones espirituales de Novalis aparecieron en 1802 en el segundo tomo de la poco inspirada edición de sus Schriften por parte de sus amigos (que no incluían ninguno de los manuscritos científicos o filosóficos). Como no podía ser de otra forma en él, también en este otoño de 1799 Novalis sigue siendo activísimo con sus muy detallados informes técnicos y mineralógicos; también se ocupan de cuestiones legales, etc. (era jurista). Se da en él un emocionante amor al deber, podría decirse, una severa conciencia de funcionario responsable. Son páginas y páginas con, entre otros, detalles técnicos sobre explotaciones mineras y geológicas, que recuerdan mucho al Kafka autor de informes técnicos en la aseguradora de Praga en que trabajaba. 


5 Un enigma: La cristiandad o Europa 

Es conocida a fórmula que va a tener gran importancia en la hermenéutica romántica: ¿qué significa comprender a un autor mejor de lo que él se ha comprendido a sí mismo? Un caso particular es el representado por La cristiandad, que han conocido varias generaciones como, por así decir, formando parte de un horizonte político e ideológico (la Restauración que siguió al Congreso de Viena) que paradójicamente debiera declararlo bienvenido. Todavía hay quien considera el escrito algo así como un manifiesto político de la Santa Alianza - y aquí la brocha gorda del criticismo lukcásiano no dejo pasar la ocasión -; pero en 1799 el mapa europeo era todavía tendencialmente francés sin más. Ahora bien: el ensayo es más filosófico de lo que parece, y aquí y allá un lector atento da con desarrollos sobre el autoconocimiento humano nada lejanos de Fichte. 

Hay que pensar por fuerza en el complejo histórico del que surge: hay una Francia que se expande imprevisiblemente mientras el Papa está prisionero de los franceses desde 1798; se lo llevarán a Valence, donde murió en agosto de 1799. Rebus sic stantibus no es tan extraño que Novalis vea en ello “un proceso de gradual disgregación de esa unidad originaria.” Puede también pensarse que la apelación de Novalis para fundar una nueva y duradera iglesia, ahora que ‘el viejo papado’ parecía estar próximo a su final, conectaba a su modo más con el viejo sueño de la unión de las iglesias cristianas (Leibniz) que con el restablecimiento de un pancatolicismo confesional o incluso medieval. En el caso de Novalis, más en general, el malentendido en la recepción es parte sustancial, o inmanente, de su obra (werkimmanent, según Schulz, y solo hay que recordar las divergencias críticas respecto al V de los Himnos). La cristiandad ha sido mal leída como documento del oscurantismo. Aquí Novalis hubiera podido remitirse a Schleiermacher, que había preconizado la creación de una ‘verdadera iglesia’.

Como fuera, las consideraciones de Novalis están tintadas del Kant de La religión dentro de los límites de la mera razón (1792), y de lecturas de Herder, Lessing o Fichte; a mi juicio las de este último son muy reconocibles en algún paso. (En esta época a Novalis también le ha ocupado la versión alemana de The Decline and Fall of the Roman Empire de E. Gibbon). La reconstrucción de la Alemania medieval que hace Novalis tiene bastante de sentimentalismo, desde luego, motivo adicional para que haya estado expuesta al fuego cruzado de la ironía. Y aunque en la industria textil alemana se empiezan a introducir por entonces las primeras máquinas hiladoras, es lenta la industrialización primera y Alemania continuaba siendo un país abrumadoramente agrícola, con una mayoría de campesinos que vivía en dependencia feudal, en especial al Este del Elba. No hará falta extenderse sobre la mentalidad reinante en extensos sectores de la población. Las dos únicas ciudades del área germanohablante con más de 100.000 habitantes, Berlín y Viena, conservaban en parte un marcado carácter todavía rural; por entonces París contaba con 650.000 y Londres alcanzaba el millón.

Es un cuento del autor, seguramente su mejor Märchen. Las malas inteligencias se han producido más bien por leer La cristiandad como lo que no es, un programa o manifiesto político, y desconociendo lo que es: la obra de alguien que era esencialmente poeta. (Para Rehm es un Geschichtsmärchen, un cuento historizado, por así decir). Es para algunos chocante su imaginería católica, por muy abusado ejemplo, que por otro lado, como ha sido señalado, tan inocentemente se pasa por alto en el Faust de Goethe.  Pero es que además con Novalis el dilema que opone reaccionarismo versus progresismo no funciona; no debe incluirse en modo alguno a Novalis sin más entre los conservadores, solo hay que recordar en su obra su peculiar mixtión de republicanismo y monarquía. 

El reaccionario si acaso es aquí A. W. Schlegel, que por vía de ejemplo ha escrito, y bien temprano, sobre las cruzadas cosas que irritan por su mala fe. Lukács también ha echado su cuarto a espadas en su Destrucción de la razón: “Nadie expresa con tanta claridad esta tendencia [retrógrada] como Novalis, en su ensayo titulado Europa y [sic] la cristiandad.” A fin de enero de 1800 Novalis pidió a F. Schlegel que le devolviera el manuscrito. Sin acrimonia. Con algunas modificaciones podía ser agregada a otros trabajos ‘públicos’ suyos, pensaba. Y bien, para G. Bueno “es un  simple error conceptual el confundir la Teología, en cuanto fundamentación de la existencia de Dios como ser infinito, con la Religión”. Así visto, Novalis era religioso, no teólogo. “La alocución [La cristiandad o Europa] es una filosofía de la historia y de la religión formulada poéticamente [ y aboga] por una Europa unida, unida no con las armas de Napoleón o la hegemonía del espíritu nacional, sino unida en (una) comunidad universal y espiritual, […].” Una utopía reaccionaria por tanto? Está muy lejos de la evidencia.

Y damos aquí con un aspecto del ensayo que acaso no deba sorprender tanto: la admiración que Novalis parece que profesa por la Compañía de Jesús, que a finales del XVIII conservaba en Centroeuropa grandes reservas de energía contrarreformista. Podría ser que esa admiración esté en su antipatía por Lutero - que después de todo fue quien destruyó la unidad de lo que Novalis veía como ‘inseparable’ -, ¿es lo moderno en Lutero lo que le contraría? El hecho es que hasta los últimos años del siglo XIX no se publicó el ensayo en su integridad. La cristiandad puede leerse como un texto anticuado y retrógrado - Dilthey - o como un ensayo riguroso y lúcido - Thomas Mann. Y pese a que el ensayo hay una exaltación de las artes organizativas del imperio jesuítico, su autor, repitamos, nunca ha condenado la Revolución francesa. Algo que Lukács parece desconocer. 

6 Excurso II: Novalis, Kant y La paz eterna

En 1796 se produce una rápida penetración de los franceses con Moreau; Sajonia firma un armisticio y un tratado de neutralidad con Francia (Paz de Basilea). En consecuencia, en tanto que el orden feudal recibe una fuerte sacudida en el Sur y el Oeste del país, la Alemania del Norte, políticamente neutralizada, permanece en un estado de aparente independencia. Poco antes y en este contexto, en 1795 había aparecido en Prusia la kantiana Sobre la paz eterna. Como modelo de contraste con lo dicho arriba nos será esclarecedor el librito. Betrand Russell: “[…] propugna [Kant] una federación de Estados libres, unidos por un convenio que prohíba la guerra. Para él [Kant] la razón condena la guerra con todas sus fuerzas y [...] la guerra solo puede evitarse con un Gobierno internacional.” El resumen de Russell capta no obstante muy bien la concepción 'suiza' de Kant sobre lo que debe ser un ejército: “Los ejércitos permanentes (miles perpetuus) han de desaparecer con el tiempo”; de ahí que proponga una liga o asociación que él llama liga de paz o Friedensbund (foedus pacificum) para poner fin a las guerras para siempre. ¿Es ingenuo Kant? Novalis, se ha dicho, habría adoptado justo este elemento del legado kantiano; “todo acabará convergiendo en un rico mosaico histórico si a ese proyecto de paz se le adhiere el fundamento de la fe religiosa”. ¿Restos de una irremediable concepción hierocrática del poder político por parte de Novalis aquí, ilustrado algo rezagado? 

Pero Kant insiste: la constitución republicana es la única que resulta completamente adecuada al derecho de las personas, asimismo la más difícil de establecer y/o de mantener como estado de paz (el estado de no guerra) en las comunidades humanas. El problema de la organización de un Estado, por duro que suene, es incluso resoluble para un pueblo de demonios (solo con que tengan entendimiento y cumplan las condiciones contractualmente fijadas). En una de las recensiones publicadas tras publicarse el opúsculo Fichte asume la defensa de Kant. En La cristiandad novalisiana los lectores son invitados a establecer esa paz eterna, un objetivo que, parece creer, las gentes han de acoger con entusiasmo. Puede decirse que para una lectura cuidadosa Novalis no dibuja, como hace la tesis del Novalis ‘reaccionario’, tan solo un cuadro de la decadencia del desarrollo de Europa desde la Edad Media. 


7 La moviola del tiempo I: 1799 avanzado y 1800

De 1799 es un acontecimiento literario que no pasó sin respuesta por parte de Novalis; aludimos a la publicación de Lucinde, de su amigo F. Schlegel en mayo (para Hesse “la muy citada, para nosotros ya no digerible Lucinde”). Fichte la ha leído tres veces, y cada vez le parece mejor. Parece, por otro lado, que políticamente soplan vientos favorables. Federico Guillermo III de Prusia es considerado reformista, ya se dijo, y se rumorea que con su esposa ha asistido a la representación de la tercera parte del Wallenstein schilleriano: la historia de una rebeldía. En julio de 1799 Fichte tiene que dejar Jena e irse a Berlín por causa de lo que se llamó el Atheismusstreit o querella sobre el ateísmo, todo un tanto cobardemente gestionado (esta vez) por Goethe desde Weimar. También de ese mes es el mencionado conocimiento de Novalis con Tieck, que permaneció un par de días en Weißenfels, invitado por su nuevo amigo. A Tieck le impresiona la gravedad del ambiente sereno y piadoso de aquella casa, guiada por un padre escrupulosamente hernuta. En octubre, Tieck se trasladó a Jena con su mujer y su hija, que acababa de nacer, y se instaló allí hasta fines de julio de 1800. En noviembre y durante uno de sus viajes de inspección técnica Novalis al pie del Kyffhäuser queda cautivado por lo que cree la atmósfera del mítico pasado medieval de los Staufer. En el pueblecito llamado Artern, donde se establece, viven dos importantes eruditos, el mayor von Funk y Thielmann, ambos eruditos y militares de carrera: será una estancia muy provechosa literaria y filosóficamente para el joven novelista. Además, recuerda Just, hace observaciones meteorológicas y estudia la gradación del suelo para una mejor explotación técnica de las salinas. Empieza con la novela Heinrich von Ofterdingen. “Si no tengo todo en contra, la novela aparece ya por Pascua”, comunica a F. Schlegel. De estas semanas es otro libro que a Novalis impresionó y que fue objeto de amplio comentario en su círculo, Sobre la religión. El autor, el teólogo Schleiermacher, le había dado el algo mordaz subtítulo de Alocuciones a los eruditos entre quienes la desprecian. Aparecidas estas Alocuciones de Schleiermacher a finales de 1799, son una buena explicitación de la religiosidad del imaginario religioso romántico. 

De ese mismo otoño es la magnética oscuridad de los Himnos a la noche (el título no es suyo), que fueran publicados en 1800 en el Athenaeum de enero. Impone este canto entusiasta al país que le esperaba tras su paso por la tierra y que, la persona de Cristo y la casi divinizada figura de Sophie mediantes, será fuente inexaurible de luz y de auténtica vida. Si se considera su estado de salud, su ebriedad creadora sorprende incluso si el término de comparación son los muy laboriosos románticos. En diciembre de 1799 recibe el nombramiento de Salinenassessor de que se ha hablado, los ingresos serán de 400 táleros, algo por debajo de sus expectativas puesto que proyectaba casarse. En la biblioteca de su amigo von Funck estudia manuscritos medievales para el Heinrich. De especial interés en ese mismo diciembre una carta que envía a Oppel. De ella obtenemos más que vislumbres sobre un microcosmos familiar un tanto Antiguo régimen. En ese tiempo sigue con la idea en la cabeza de un posible sistema del conocimiento enciclopédico (el Brouillon, en la irrealidad de su planteamiento más un diccionario enciclopédico que uno léxico). Hay otra importante carta al mismo Geheimer Finanzrath von Oppel de principio de enero de 1800, particularmente sobre la historia personal y familiar del poeta (así, la oposición en tiempos de su tío al matrimonio con Sophie en la misma casa de Weißenfels, donde le hacía la vida imposible). Y siempre sorprende leer la rapidez con que deja atrás en su biografía a los maestros (Goethe, Werner).

El 11 de febrero de 1800 registra en su cuaderno de notas conocidísimo ajuste de cuentas con una novela y una vida preburguesas, los Los Años de aprendizaje de Wilhelm Meister. “En el fondo es un libro fatal y necio – tan pretencioso y ‘precioso’ - antipoético en máximo grado en lo tocante al espíritu. […]. Es una sátira a la poesía, la religión... El conjunto una novela ennoblecida. Los años de aprendizaje de Wihlhelm Meister o la peregrinación al título nobiliario. La crítica de Hardenberg es comprensible si me mide de acuerdo con sus propias ideas sobre la misión del poeta y con su propia realidad mental no urbana y premoderna. A lo que habrá que agregar su conciencia, todo lo oscurecida que se quiera, del atraso y la corrupción de un orden parafeudal del que él depende; un contraste de esas líneas con los loas ilimitadas de su amigo F. Schlegel a la misma novela nos situaría ante dos entendimientos (románticos) muy divergentes de la literatura. ¿Es aquí Novalis el moderno? Ese año habría tenido que ser el del matrimonio con Julie von Charpentier. Se trataba por consiguiente de mejorar los ingresos de asesor de salinas, que apenas bastaba para fundar una familia, toda vez que de los Charpentier no podían esperarse una contribución digna de mención. En una carta a von Oppel de hacia ese febrero (no es segura la asignación) comunica a este que “la filosofía descansa ahora en mi casa en el armario de libros”. ¿Se está ‘especializando’ de cara al final? El Meister entero, escribe en febrero a Tieck, por mucho que hubiera aprendido de él, le resulta odioso. Y opone la “temerosa penosidad” de su final al “grato alborozo” que domina en Jakob Böhme.” En la carta a Tieck del 23 de febrero: “A Jakob Böhme lo empiezo a entender en contexto, como tiene que ser entendido. Se ve en él plenamente la primavera poderosa.” Y en esa misma carta: “Me alegra mucho haberlo conocido por ti.” También encontramos intimidades: “Si supieras de las múltiples distracciones, pérdidas de tiempo y asuntos de mi oficio.” Como resulta de la carta, Novalis se ocupa en especial a la primera obra de Böhme, escrita en 1612; y describe la iluminación que vivió el zapatero místico el año 1600. “… Jacob Böhme consideraba su teología mística un signo del período final de la soteriología cristiana, la vanguardia del 'tiempo de los lirios', Lilienzeit, la 'aurora' del tiempo en el que todas las profecías sobre la realización final de la salvación se cumplirían y en el que la comprensión íntegra de la revelación divina surgirá en el espíritu de los creyentes.” Tan lejano no estaba de Novalis. En la primavera hace viajes profesionales por localidades de Sajonia. Del 5 de abril son las frases de una carta a F. Schlegel que han hecho época en la filología novalisiana: “En lo que a mí respecta, esperemos que las cosas tengan pronto un alegre final. Para San Juan pienso estar en el Paraíso.“ Hay un escrito del 10 de abril dirigido al Príncipe elector que hace referencia a su familiaridad con el distrito: está pensando muy legítimamente en su ascenso. Una ocasión de cualificarse le llega con el encargo que viene de Dresde, agenciado por Werner y von Oppel. El proyecto, que se extendía a toda Sajonia, consistía en la localización de ‘combustibles fósiles’ y en el inventariado y cartografiado de los yacimientos de lignito del área comprendida entre Leipzig, Zeitz y Borna. El 1 de junio Hardenberg, en compañía de un estudiante de Freiberg, emprendió el viaje andando, que duró algo menos de tres semanas y en cuyo transcurso recogieron abundantes muestras de rocas. También recabaron información sobre el objeto de su inspección de los naturales del lugar; Novalis, innecesario decirlo, hizo registros rigurosos de cuanto suponía valioso. Posteriormente Werner elogiaría cálidamente los resultados. Después redactó la memoria que elaboró para su habilitación en un puesto administrativo más elevado, el de Amtshauptmann (algo así como ‘capitán administrativo’).” Estos meses son asimismo los del descubrimiento y la explotación apasionada de Jakob Böhme, ya se ha dicho. No tiene que haber sido de su agrado la recensión de F. Schlegel del Wilhelm Meister de por entonces; hay roces, pequeños abismos en la relación de los dos escritores que no conocemos del todo. Así, Novalis en algún momento dejó de prestar dinero a su manirroto amigo, a quien los padres y él habían sacado de apuros más de una vez. El 27 de julio y en Weißenfels compone un curioso poema que suena a resignación, a la nada patética religiosidad que lo formó, al balance de una vida:


Ich will nicht klagen mehr, ich will mich froh ergeben

Und wohl zufrieden seyn mit meinem Lebenslauf.

Ein einziger Augenblick, wo Gott sich mir gegeben,

Wiegt Jahrelange Leiden auf.”

[No quiero quejarme ya, quiero entregarme alegremente/ y permanecer satisfecho con el curso de mi vida./ Un único momento en que Dios se me entregue/ compensa decenios de sufrimiento.]


Aquí son identificables tradiciones de intimismo religioso y el tono de la plegaria, resignación y también la autoeducación final que G. Keller más tarde ha llamado das letzte Lernen. Y del mismo día: “Con oración íntima y un propósito fijo son muchas cosas posibles. En cuanto te sientas medroso y se te impongan ideas tristes, desasosegantes, empieza a rezar con devoción.” Y ese mismo día, más abajo, se diría que se va haciendo a la idea: “Donde Sofía y Erasmus montan guardia, es probable que yo pueda estar tranquilo.” Recordemos que Erasmus, muerto al caer de un caballo, era uno de sus hermanos preferidos. Claro que también hay aquí usos ‘ambientales’ de época para con los muertos; así, Schelling (1809) tras la muerte inesperada de su esposa Carolina se entrega a obsesivas especulaciones tendentes a continuar la pretendida comunicación con la amada desaparecida. Y se consuela con las ideas de Swedenborg como vía de continuación de su matrimonio después de la muerte.   

Acabada la redacción de los siete Himnos a la Noche, Novalis entra en su último año de vida. La primavera y el verano de 1800 fueron de trabajosas ocupaciones profesionales. También acaba la primera parte del Heinrich von Ofterdingen. Los preparativos para el matrimonio con Julie Charpentier en agosto estaban avanzados, la vivienda amueblada; pero ese mismo mes se presentan vómitos de sangre de alguna aparatosidad. Se repetirán ya más o menos cíclicamente y debe guardar cama, que, con leves interrupciones, ya no abandonará. A comienzos de junio en el Diario leemos de accesos angustiosos, hemorragias, malestar. “Cada ser humano tiene sus años de martirio”, escribe. Y también unas líneas casi nietzscheanas: “Hay que estar orgulloso del dolor – cada dolor es un recuerdo de nuestro elevado rango.” En el verano, el último de su vida, solicita desde Weißenfels libros de Voltaire, Corneille y Racine en francés. No se ha desprendido del todo de las adherencias de sumisión cortesana; así, en agosto de escribe a Dresde al Kurfürst Federico Augusto III de Sajonia; volverá a hacerlo el 28 de septiembre en los mismos términos, solicitándole humildísimamente determinadas actas. Y agregando algo que parece el remate de una carta del Hölderlin de la insania; estas fórmulas epistolares, todo lo convencionalizadas que se desee, se ajustan muy poco a la vieja admiración por Robespierre (“Ihr...lebenslänglich treugehorsamster...”). Aquel verano lo ha recordado Tieck: “Cuando dejé Jena en el verano de 1800 visité por algún tiempo a mi amigo en su casa paterna de Weißenfels. Lo encontré bien y animado, también sin cambios en su aspecto, aunque los suyos estaban algo preocupados y en él eran observables la palidez y una delgadez creciente. [...] bebía poco o nada de vino, no comía prácticamente carne y se alimentaba sobre todo de leche y vegetales.” Ya en julio  se adensan en los diarios las referencias a una creciente inquietud interna. “El futuro no es para el enfermo”, registra sin ilusiones y probablemente también considerando su propio destino, que se le dibujaba amenazador. Desde el verano tardío había empeorado el estado del enfermo; se producen fuertes dolores en el bajo vientre, una presión en el pecho que no cesa, sangre abundante en el pañuelo.  

Pero toda prometedora perspectiva es aniquilada por la irrupción de la enfermedad con su rostro más serio en agosto. Pero el 1 de septiembre y en Weißenfels, apunta una nota casi optimista, no sin presagios: “Hoy he tenido un día excepcionalmente bendito [äußerst gesegnet]. Solo temprano algunos leves accesos de temerosidad. Después todo el día inexpresablemente tranquilo, fuerte, valeroso, libre y relajado [gelassen]. Lo he agradecido a Dios de corazón. ¡Ay!” Leemos asimismo esos días los enigmáticos ejercicios de funambulismo por parte de un piadoso: “Puedo arrojar sangre todavía largo tiempo – […] de forma que en cada ocasión sienta miedo de nuevo. El miedo daña, el coraje fortalece. […]. Dios conoce el momento de la enfermedad, pues toda enfermedad tiene su momento.” Y el 8 de octubre: “Resistir a la inquietud y el miedo, para ello se necesita la máxima paciencia.” Dos días antes, el 6 de octubre: “Desde entonces me he sentido muy bien y no he tenido ningún acceso de temerosidad [Ängstlichkeit]. […]. Ahora prioritariamente tengo que pensar en dos alternativas, 1. para el caso de que me case, 2. para el caso de que no me case. Cuando haya hablado con Weigel escribiré detalladamente a Röschlaub para procurarme opio y agua de almendras.” Prepara su retirada por tanto; e incluye una larga lista de libros con que quiere equiparse, clásicos de la historia latina y griega o la sajona, Gibbon, libros franceses, etc. “Si las cosas se ponen peor, hago un viaje a Leipzig, Bamberg o Jena.” Y además: “Por lo demás viajo mucho con el padre y seré aplicado en matemáticas. Si no me caso, quiero ir a Reichenhall y Klagenfurt.” En el subtexto: la sombra se acerca, estaré a la altura. La muerte siempre rodeándolo: la ya algo lejana de Erasmo poco después de la de Sophie y la probablemente voluntaria de su tambén hermano Bernhard, de trece años, en noviembre, que desencadenó una hemoptisis de la que no se repondría. Por estas fechas Novalis se dedica intensamente a estudios médicos. 

A principios de octubre llevan a Novalis a Jena para recabar el dictamen el diagnóstico del doctor Stark, que había tratado a Schiller años atrás y que asistió en su última enfermedad a Sophie von Kühn. Del 16 de octubre es el último registro de su Diario, una casi tragicómica organización del futuro personal. Más consultas: el 20 de octubre estaba en Dresde para someterse al juicio de más médicos. Los padres, llamados a la ciudad, solo pueden confirmar el rápido deterioro general del estado del hijo. El 6 de diciembre alcanzó a Friedrich von Hardenberg el nombramiento como Supernumerar-Amtshauptmann en el área de Turingia, un empleo que ni en sueños está en condiciones de ejercer. La gravedad sobrevenida en Dresde impone un alargamiento de meses en todos los planes, y continúa allí hasta enero de 1801. Hace intentos de levantarse, participa la madre a Sidonia, la hija mayor, y hasta de cabalgar, pero las fuerzas han desaparecido. No cesan los vómitos. 

Todavía en noviembre encuentra la energía para volver a los escritos de Lavater y Zinzendorf, a libros de edificación católicos. El poema de ese otoño “Alle Menschen sehe ich leben” [Veo vivir a todo el mundo] acusa algún paralelo estilístico y de timbre poético con el Hölderlin de la torre. Con alta probabilidad el poema último de nuestro autor es un soneto dedicado a su hermano Carl, de diciembre. Por tanto tuvo que haber sido escrito cuando todavía permanecía en Dresde; nuevos puntos de contacto con Hölderlin, con la bondad real del mundo en torno y la confianza desiderativa de que las cosas acaben integradas en un poder o entidad superior. El 1 de enero de 1801 escribe a Tieck: “Lo que me molesta mucho es que no debo hablar mucho, y esto me ha sido casi imprescindible para pensar [...].” Aunque sin dolores, su estado empeora por semanas. Sigue con sus lecturas, también la Biblia. Irrealistamente, a ratos cuenta con una recuperación rápida, y fantasea incluso en una nueva redacción del Ofterdingen. La vida de este filósofo sui generis era una continua exigencia a sí mismo; a veces da la impresión de que no contaba con una muerte próxima. Agamben ha escrito de la filosofía como pretendida exigencia: “Si no hubiese una exigencia, sino solo una necesidad, no podría haber filosofía. No se trata de aquello a lo que se nos obliga, sino de aquello que se nos exige; no del deber-ser ni de la simple realidad fáctica, sino de la exigencia: este es el elemento de la filosofía.” La Poësie aquí como exigencia de la vida, diríamos. El 24 de enero está de nuevo en Weißenfels. Tiene en la cabeza “excelentes poemas y canciones”. Será un año de novedades. En enero Hegel está ya en Jena. El 1 de febrero es la última carta que escribe; a Just, muy breve. En ese mes se firma la paz de Lunéville entre Francia y el Sacro Imperio Romano, con lo poco que de él quedaba; los territorios alemanes al oeste del Rhin son cedidos a Francia. El mismo día en que se cumplen cuatro años de la muerte de Sophie, el 17 de marzo, comienza el deterioro final. El enfermo se siente sin fuerzas, y al parecer ahora ya siente que afronta el final. El 19 de marzo Friedrich Schlegel, familiarmente Fritz como él, ha anunciado que viene.  


8 La moviola del tiempo II: el final, hipótesis.

Se ha dado por sentado que la causa inmediata de su muerte fue la llamada Schwindsucht, vale decir la consunción o tuberculosis pulmonar. Pero ya antes de la declaración diagnóstica de la enfermedad está el conocido Entschluss, como sabemos, una determinación clara de reunirse con, o recuperar a Sophie. Su aspecto externo cambia a ojos vistas. Ya cuando lo vio en el verano de 1798 F. Schlegel, escribió este: “Ha cambiado visiblemente; su cara se ha alargado […] tiene, además, ojos de visionario, que miran incoloros a lo lejos.” Y sabemos que en el otoño de 1799 hace resúmenes en revistas médicas sobre medios contra la Schwäche der Schamteile (Impotentis virilis, remarca él) y enfermedades de transmisión sexual. El intenso vaivén entre deseo de vivir y decisión de extinguirse que se detecta en las cartas de la época de su compromiso con Julie de Charpentier solo puede ser explicado si se considera la totalidad de la personalidad de Novalis y se tiene en cuenta que son manifestaciones de un hombre seriamente enfermo. Desde mayo de 1798 habla en sus cartas y anotaciones una vez y otra de alternancias de su salud. Y en las cartas a F. Schlegel los síntomas depresivos son inocultables.

En fin, se suele despachar con alguna ligereza en múltiples pasos la enfermedad (mortal) de Novalis como schwere Lungentuberkulose, que habría contraído en un verano lejano (¿fue el contagio inicial obra del Schiller enfermo, al que asistía Novalis?); también Englert confirma el “el estado del tuberculoso Novalis”, y Brion habla de 'tisis'. Lo cierto es que él mismo no ha tenido demasiada claridad sobre ello (“Una larga enfermedad del pecho y del abdomen me ha dejado incapaz para cualquier actividad.”) Y como un río subterráneo y paralelo a su realidad patológica discurren sus casi siempre desusadas ideas de la función de la enfermedad en la economía de la vida de un humano (“Nuestras enfermedades son todas fenómenos de una sensibilidad acrecida”). Para Tieck, aquí mejor informado seguramente que los eruditos posteriores, “Friedrich von Hardenberg fue muy débil en sus primeros años [...], sin que, sin embargo, sufriera propiamente enfermedades, tampoco graves. […]. En su noveno año padecía una peligrosa disentería, que tuvo por consecuencia la completa atonía de su estómago; la atonía solo pudo ser superada con una cura prolongada y los más dolorosos excitantes (Reizmittel).” Hay que reiterar el parecido de todo esto con Kafka y sus hemoptisis, los aplazamientos; aunque el pragués ha tenido sin duda más claridad sobre su significado. 

Como quiera que sea, sus ritmos de actividad tienen que haber sido nocivos. La equitación era considerada por la medicina de la época como especialmente curativa en los casos de tendencia a la tuberculosis, y su padre por ese motivo le había regalado un caballo. Ahora le es deseable la salud para la ejecución de sus grandes planes, también porque se veía (¿se veía?) a punto de entrar en la esfera del reconocimiento social con el matrimonio. Lo que no puede discutirse es que nuestro autor ha recorrido su trayectoria sobre la tierra con un pleno conocimiento de su tragicidad; y una “piedad  creadora” le permitió “quitar importancia a la muerte.” El propio Novalis reconoce a  Tieck a principios de 1801: “… si desde agosto una larga enfermedad del bajo vientre y del pecho no me hubiera excluido de toda actividad. En trabajar no se puede pensar ahora. El invierno pone grandes dificultades a mi recuperación […].” Se impone el paralelo con Virgilio: “Rasgos como estos y algunos otros de su vida nos ofrecen más bien el cuadro de un enfermo del pecho, de un tísico de evolución lenta. Pero es que esta diferencia, tan nítida para nosotros, entre enfermedades del aparato digestivo y enfermedades del pulmón no puede aplicarse realistamente al mundo antiguo, [...].” Obsérvese: abdomen y pecho. Singular es en Novalis, como para el mantuano, que haya podido ejercer el misterio de su enorme creatividad en los límites marcados por la enfermedad; “[...], no cabe mucha duda de que el estilo de un hombre, lo individual, personal y 'más humano' de él, y objeto por esencia de su biografía, habrá de ser la enfermedad: tan solo la enfermedad [...] es lo que hace al hombre un hombre.” Desde una infancia superprotegida, Novalis ha desarrollado la patología constructiva, romantizadora

Rara vez un autor ha reflexionado tan concéntricamente, tan terminantemente sobre la muerte. En Polen: “La muerte es el inicio de la vida. […]. La muerte es terminación y comienzo al mismo tiempo, separación y más próxima autorreligación [Sebstverbindung]” Está aquella muerte temprana que él mismo, en una carta a Friedrich Schlegel de finales de 1798 designaba como un 'gran premio en un sorteo'. “Ese rostro seráfico parece inspirado por el aire de los abismos; da la impresión de alejarse al galope del caballo negro del Hades, que lo conduce a esa región que el poeta nombró Casa del Padre, el lugar al que hay que retornar, [...].” El ‘idealismo mágico’ habría operado de alguna forma la transformación de la realidad del hombre finito en la utopía de su perfección. En las misteriosas estrofas del Canto de los muertos,  un poema un tanto schilleriano del verano de 1800, nos impone la idea salvífica de la muerte, redentora, paulina. Más con los pies en la tierra siempre, Fichte consuena sin embargo con Novalis: “Yo no moriré para , sino solo para los otros; para los que quedan y de cuyo vínculo seré arrancado; para mí, la hora de la muerte es la hora del nacimiento a una vida nueva y gloriosa.” Pero ese mundo de los muertos es la región que hay que atravesar para llegar a la 'Casa del padre', condición en consecuencia, como el 'muere y llega a ser’ de Goethe, “para alcanzar la elevación suprema.” Con alternativas polares todo, muy de nuestro poeta: “La vida es una enfermedad del espíritu - un hacer apasionado.“ Ya se ha hablado aquí suficientemente sobre la doble vida novalisiana: ejercicio muy responsable de sus obligaciones técnico-administrativas por una parte, y en las Nebenstunden su realización como escritor – mejor, y con carácter exclusivo, como poeta. Pero se podría introducir otra doble vida, sin embargo: la del mortal y la otra, la del que cuenta con su partida, o el que se ha ido ya, sin más. Este es el punctum saltans en esta vida, cuyo reino secreto es lo otro

Herbert Marcuse se ha referido al impulso programático de Novalis de desligar la imaginación productiva de las “facultades y fuerzas externas”. Y bien, ¿no es así como hablan los profetas? Novalis procedía de la nobleza sajona, lo sabemos bien, pero sobre todo era noble en su metal íntimo. Para Steffens, que lo conoció, parecía hablar y escribir “desde un profundo pasado del espíritu”. Pero además, ha estado rodeado de muertes desde la infancia (de los 11 hijos que tuvo su madre, solo uno, Anton, la sobrevivió y llegó a los 44 años), y en esto no se insiste lo bastante. El suicidio le repugnaba, probablemente porque ya se había situado al otro lado; pero al menos la posibilidad teórica la había tocado, como en esta confesión de la enfermedad avanzada: “Hoy pronto en la mañana una seria conversación sobre el suicidio con Langermann.” De principio de octubre de 1800 es una declaración determinista, pero también basada en un inopinado poder de la voluntad: “¿No elijo yo mismo mis destinos desde la eternidad?” Días después se propone ser “estético, moral, religioso”.  

Cuanto más se acercaba al final, tanto mayor era su esperanza puntual de una pronta recuperación, seguida inexorablemente de la visión realista; pero la tos remitía en ocasiones, y, aparte del abatimiento, no tenía la sensación de estar enfermo.” El 22 de marzo sobreviene una tos asfixiante; el enfermo al parecer no tiene conciencia de la inminencia del óbito. Los amigos se entienden bien cuando por fin F. Schlegel llega a Weißenfels. Es el 23 de marzo y el amigo lo ve con el rostro y los pies hinchados; se ponen recíprocamente al corriente de sus asuntos (cuando el enfermo puede), hablan, interrumpidos por pequeñas pausas, de sus trabajos y planes. Dos días después Novalis, visiblemente debilitado, pide a su hermano que consulte algo en un libro a hora muy temprana. Se sirve el desayuno. Desde la cama pide a Karl que toque algo al piano. Deja el libro al lado, [...]. Novalis cae en un sueño profundo.” Es el 25 de marzo - el largo sueño ha llegado ya. Del diario del hermano Carl: “Fritz ha dormido aceptablemente, pero estaba muy fatigado. A las ocho horas vino el doctor y aseguró que hoy podría ser el fin de su vida... Ahora a las 10:30 duerme profundamente; ronca y emite profundas espiraciones, despierta solo por momentos y dice cosas sin sentido; solo de vez en cuando se recupera, pero muy tranquilo y por lo que parece completamente libre de dolores … A las 12:30 murió dulcemente y sin movimiento alguno.” El dictamen médico oficial menciona la consunción tuberculosa [Auszehrung] “de los últimos meses” como causa de muerte. 

En Polen ha aludido a una “inmortalidad visible y sensible”. La atemporalidad en que había penetrado ahora quizá podría ser considerada una variante fenotípica de esa inmortalidad. Hay más que indicios de que durante la época de Freiberg se desarrollaron en el poeta síntomas inequívocamente depresivos. Así, ya en febrero de 1798 y en carta a Karoline Just afirma que “ya no soy el que era”. En Polen había escrito: “La muerte es una victoria sobre sí mismo – que, como toda superación, crea una existencia nueva y más ligera.” El que eso escribe habría aprobado a Eckhart: “No hay camino hacia Dios. […]. Mientras estamos de camino no llegamos.” ¿Se puso en camino, o había alcanzado ya a su destino? El impulso a la nihilización, ese “futuro de todos los futuros” (Jankélévitch), le había acompañado demasiado para que pudiera dejarlo ahora. Pero con Novalis no se sabe bien nunca en qué plano del lenguaje estamos: el romantisieren lo ha proyectado también a la muerte.


9 Notas finales

“Goethe fue uno de los últimos en pensar la ciencia con el espíritu del arte.” Si aceptamos la premisa, deberemos reconocer que en Novalis tuvo un eminente sucesor. Y aunque también el Brouillon presente una mentalidad en parte estamental, es resultado de lo mejor de las tradiciones ilustradas (y de sus límites). Novalis científico y literato, no da todavía el perfil del intelectual como Diderot (Enzensberger fecha con Diderot la aparición de la figura del intelectual) y sucesores; de ahí que su vuelo político sea corto y sus loas a los poderosos bien intencionadas. B. Russell ha señalado con otro propósito la situación de divisoria exacta de aguas en que se encuentra, con otros, Novalis: “Hasta finales del siglo XVIII, añadamos, la técnica científica, como opuesta a las doctrinas científicas, no tuvo ningún efecto importante sobre la opinión. Solo con el auge del industrialismo empezó la técnica a influir en el pensamiento de los hombres.” Pero si queremos aproximarnos a la singularidad mágica de Novalis, tendremos que empezar por dejarnos absorber simpatéticamente por su Poësie en sentido lato. Había en él una claridad y una presencia de espíritu que acompañan todas sus acciones como una música sin fin (Ricarda Huch).  

Algo en común que encontramos entre Novalis y unos cuantos de sus compañeros de generación es el desprecio del filisteísmo, causalmente ligado a las manifestaciones anticapitalistas en el grupo romántico cuando el orden político-histórico capitalista (extracciones mineras y siderurgia, industria textil) se implantaba, cierto que inicialmente con lentitud, en Alemania.” Y es precisamente “este anticapitalismo ingenuo el que le ha granjeado a Novalis el reproche de que lo suyo es una utopía hacia atrás, de fuga al simple orden mercantil. Nada de extrañar que Goethe escritor se le apareciera aquí como perteneciente a la  burguesía integrada, al filisteísmo precisamente, que con tanta frecuencia fue objeto de las chanzas románticas.” (Heine en una carta le ha llamado “siervo de aristócratas”.) Por cierto que, una vez más, caben similitudes entre Novalis, de la primera generación romántica, y Heine, un epígono: una primera juventud universitaria agitada, con algún desorden, el papel de A. W. Schlegel, la visita reverencial a Goethe y el distanciamiento o ruptura posterior con él. Pero Novalis se separa del epígono en un punto clave: “Heine no se armó suficientemente como artista porque no lo hizo como pensador [...].” No es el caso de Novalis; por eso resulta tan chocante que Tieck en su breve biografía del poeta diga de él: “Propiamente hablando en la poesía [Poësie] era asimismo extraño, había leído solo a unos pocos poetas […].” ¿Qué poesía leyó? Poetas de la Antigüedad grecorromana, Virgilio, Teócrito, los clásicos alemanes. Mähl ha rastreado influencias de Wieland, Klopstock, etc. en su poesía primera. Pero lo irreductible de la palabra poética es su auténtica escuela formativa. No nos ha dejado una poética formalmente unitaria, ni un programa lírico, o poético (quizá el Heinrich von Ofterdingen estaba llamado a serlo). Se repite que su Dichtung es un mundo onírico; lo es, pero quizá lo sean también sus fragmentos.

Para Rehm es el poeta magus, poeta como mago cristiano en la línea de Pico della Mirandola y Paracelso; el poeta como “el iniciado en el mundo mejor”. Después de todo Novalis no habrá leído tanta poesía como pretendía Tieck, pero ha hilvanado sus intuiciones teóricas sobre el hacer (sobre el ser) poético con rara eficacia. “De acuerdo con Novalis la filosofía debe tratar 'las ciencias científica y poéticamente'.” La gracia de Novalis es que hace poesía hasta cuando pretende ser científico. Ciencia y poesía convergentes en una como aleación: es la clave del Brouillon.  

Por ello es difícil seguir sus deslumbrantes fuegos de San Telmo, más todavía reducirlos a algún tipo de orden sistemático, tampoco a propósito de la Poësie. Sobre estas ilusiones levanta Novalis su edificio poético, supremo en los Himnos; pero la catedral de su poesía también está en el Brouillon, explosión de sus múltiples saberes y signatura poética de unas ciencias que procedían en parte del autor de la Wissenschaftslehre. Porque Fichte había sido una iluminación para Novalis desde la época en que lo conoció - en Jena en 1794 -, cuando el filósofo era para él “el Newton del mundo interior”. El principio de caridad, es sabido, ha sido introducido por W. V. O. Quine como la indulgencia interpretativa que debiéramos aplicar al trato con la obra de los otros autores, sus creencias y sus lenguajes, a quienes en principio suponemos instalados en la misma racionalidad que atribuimos a nuestras creencias y a nuestros lenguajes. (Así, sería allegable esta cortesía a la ciencia cuántica según Hawking cuando esta sugiere “que el universo tuvo un tamaño nulo, y por tanto estuvo infinitamente caliente”: una premisa astrológica a la altura de la fantasía de Novalis, de una alteridad radical). De la primera de las colecciones de fragmentos novalisianos es lo siguiente: “Estamos en una misión: hemos sido llamados a la educación [Bildung] de la tierra” - para esa educación por tanto hemos de humanizar la vivienda de que somos huéspedes transitorios; todo esto procede de una arquitectura moral por la que Schiller tampoco ha pasado en vano (y que quedaría asimismo acogida al principio de caridad). Otro punto en común con Fichte: Novalis tiene en su estilo “algo del sermón profético” (Schulz). 

Un elemento muy llamativo de sus Diarios y en concentración creciente con el tiempo son las menciones al miedo. Porque aunque haya sido un hombre inusualmente laborioso, lo ha sido con la sencillez, o la facilidad, de quien confía en que avanzará en su proyecto y que cuenta con el auxilio de una necesidad amiga por mucho que el camino incluya el miedo, o la temerosidad. Como muy tarde en el verano de 1800 una parte de sí sabe del carácter mortal de su dolencia. En él no es operante “el salto mortale de la Razón humana”que es condición de la creencia religiosa - y esto no es de Kierkegaard, ni siquiera de Unamuno, sino de Kant -, él no lo ha necesitado. En 1800 su en tiempos idolatrado Fichte ha escrito: “Estoy sometido al poder inexorable de la estricta necesidad; si esta me destinara a ser un necio y un depravado, seré sin duda un necio y un depravado; si me destinara a ser un hombre sabio y bueno, seré sin duda un hombre sabio y bueno. No es culpa ni mérito suyo; tampoco los míos.” (En Francia los lenguajes eran otros: solo hay que pensar en la “carrera abierta a los talentos” que abrió la revolución). Así las cosas, Novalis fue fácilmente el que fue. 

Él habría llamado a la virtualidad o poder de la imaginación constructiva Poësie. Por lo demás, intuiciones de vidente para las ultimidades ya le había atribuido F. Schlegel en una carta de marzo de 1799: “Quizá seas el único ser humano de nuestro tiempo que tiene sentido artístico por la muerte.” (Para la muerte y para el tiempo, según los sorprendentes avances científicos del XX: “En la teoría de la relatividad no existe un tiempo absoluto único, sino que cada individuo posee su propia medida personal del tiempo, medida que depende de dónde está y de cómo se mueve.”) Lo curioso es que Novalis no está en la tradición de la meditatio mortis de Séneca o Platón, lo suyo es una epifanía, la apoteosis como ejercicio prolongado durante toda una vida. Con un profundo compromiso con las cosas, al mismo tiempo; y si F. Schlegel ha creado una parte de la terminología romántica, Novalis la ha puesto en obra, la ha vivido. Su mensaje es evangélico en algún sentido nuevo, aunque en su caso y en ciertos pasos los débitos léxicos pietistas y místicos confunden un poco las cosas. Para él hemos sido segregados del tiempo de la bendición; pero existen reflejos del camino de vuelta, y nuestra vida ha de consistir en la búsqueda de esa vía de regreso.

Y así ha emprendido porfiado el regreso a una casa de la que siempre ha poseído una como presciencia y hasta una robusta fantasía; todo ello subtendido por un habitus religioso intensamente erotizado y por un idiolecto artístico tan desconcertante como vigoroso, tributario de la mejor ciencia de entonces y de Plotino, J. Böhme, los cabalistas y los alquimistas. Por unos cuantos lados el eficiente funcionario de salinas no parece del mundo sublunar, ciertamente; hasta ha adivinado caminos de superación de la muerte en la conciencia. La poesía de Novalis, y a fortiori sus fragmentos, contienen radiación de fondo que remite a los tiempos de cierta patria primordial que solo raramente adivinamos. 


10 Material utilizado 


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