‘Uwe Johnson, Ingeborg Bachmann y Jean Améry: una red de vidas viajeras’
Ángel Repáraz
Ponencia presentada en el CONGRESO INTERNACIONAL DE LITERATURA DE VIAJES, ‘Viajeros y literatura de viajes: tras sus huellas’
Madrid, 20 de septiembre de 2007
Los tres escritores de esta comunicación, figuras señaladas de la literatura en alemán del XX, nunca han coincidido. Uwe Johnson ha tratado a los otros dos, pero Jean Améry e Ingeborg Bachmann no se vieron nunca, por más que cada uno mostrara un intenso interés por la obra del otro. En la biblioteca de ella se encuentra un ejemplar dedicado por el autor de Poner la mano sobre sí, con la indicación “Bruxelles, Sept. 72”. Un hermoso testimonio de amistad es la necrológica de Améry, Junto a la tumba de una amiga desconocida1, una especie de respuesta tardía a la cortesía que la Bachmann le había tributado con la narración Tres caminos al lago2, como veremos. Tampoco hablaron nunca telefónicamente, no se escribieron, y la cosa nunca pasó de saludos por terceros. En Uwe Johnson, al que trató algo en Berlín y cuya obra le interesó, había visto Améry “un joven rubio rojizo y pecoso, de cabello erizado y cortado a lo cepillo y un cráneo desmesuradamente largo que habría sido la alegría de cualquier antropólogo nazi”3. En fin, I. Bachmann y Johnson tuvieron la amistad un poco ansiosa de quienes se adivinan mutuamente en la inadaptación.
Ingeborg Bachmann era austríaca, de Klagenfurt (1926). “En general, habría que ser un extraño para encontrar soportable más de una hora un lugar como Klagenfurt, o vivir aquí siempre, sobre todo se debería no haber crecido aquí y no ser yo”4, escribe a Johnson en 1970. Se doctoró en Viena con V. Kraft en 1950 con una tesis sobre Heidegger -que el filósofo tendría en cuenta. La convivencia con Paul Celan en Viena y París no sale bien, y en diciembre de 1950 pasa a Londres para unos dos meses. Integrada en el ‘Grupo 47’, la reunión en Niendorf, en el Báltico, de 1952, es su primera visita a Alemania. De Viena se va en 1953 (Viena es en Das dreißigste Jahr la “ciudad pestífera que huele a muerte”). Al año siguiente la revista alemana Spiegel le dedica una portada, un hecho insólito.
La Bachmann poseía una estructura de personalad de sensibilidad inusual, aquí sinónimo de vulnerabilidad. Es habitual fijar la incorporación -entusiásticamente acogida por la población- de Austria al Reich en marzo de 1938 como la experiencia clave de su vida. Una adolescente dañada ya por el temor y las agresiones, temidas y/o efectivas, y por una realidad circundante (en Lendorf, cerca de Klagenfurt, existía una instalación ‘filial’ del campo de Mauthausen, y en abril de 1945 fueron asesinados allí numerosos judíos5): todo está in nuce ya en la narración6 Juventud en una ciudad austríaca. Ella no tiene aún 12 años, pero todavía dos años antes de su muerte ha recordado su estremecimiento ante los desfiles de las tropas alemanas y los nazis locales, la brutalidad implícita en sus gritos, sus canciones. Porque, si el Anschluss no representó a primera vista violencia exterior, destapó de inmediato lo peor de la local; al final de su vida, el escenario imaginado para su proyecto de ciclo novelístico, no completado, de las Todesarten sería Viena y Austria. Entre 1953 y 1957 vive en Italia (Ischia, Nápoles, Roma); en el verano de 1955 está dos meses en Estados Unidos. Continúa el turbión viajero: Nápoles, Estados Unidos otra vez, Klagenfurt, París, Nápoles de nuevo, luego Múnich, y le interesa por entonces la obra de Joseph Roth. En Zúrich vive con Max Frisch desde 1958; de 1959/1960 es el poéticamente importante ciclo de conferencias en la Universidad de Múnich. Max Frisch rompe con ella, que a la cesura responde con el derrumbamiento y la hospitalización. Es “la mayor derrota de mi vida”, dice; para ponerlo todo peor, Max Frisch airea en Pongamos que me llamo Gantenbein (1964) intimidades de la historia común. Ingeborg Bachmann ya es dependiente del alcohol y los medicamentos. Se establece en Berlín una temporada, y desde allá acomete múltiples viajes, incluidas dos visitas a Praga. En mayo de 1964 está en Egipto para seis semanas: ella apenas sale de los hoteles. El segundo semestre de ese año es de nuevo muy movido. Hay también muchos cambios de vivienda en Roma (otra forma de viajar). Desde 1970 están los viajes de los otros a la muerte, que le afectan mucho, la muerte de Celan, Ungaretti, Szondi, el padre. En mayo de 1973 hace una gira de lecturas por Polonia; la visita de las instalaciones del campo de exterminio de Auschwitz la consterna. En la noche del 25 al 26 de septiembre de 1973 tiene un grave accidente en su domicilio romano; no recobrará la conciencia más que en raros momentos y muere el 17 de octubre de 1973.
Con Paul Celan, su antiguo amor de Viena, conservó la amistad hasta el suicidio del poeta en 1970 en París. Bajo el efecto de ese trauma escribe la narración Drei Wege zum See, que tiene un subtexto muy autobiográfico. La protagonista, Elisabeth Matrei, una reportera gráfica muy reconocida, de casi 50 años, está de vacaciones para dos semanas en Klagenfurt, su ciudad natal, en casa del padre. No en último lugar las confusiones topográficas la convencen de que ya “no petenece a ninguna parte”. Trotta, pese a haber sido una “existencia fracasada”, ha sido importante para ella, aunque al cabo la abandonó; paralelismo algo inquietador: el Trotta de la Bachmann volverá ex profeso de Paría a Viena para matarse en un hotel. “La imaginación y la empatía van tan lejos que la ficción se adelanta a los acontecimientos de la realidad, puesto que, como es sabido, también seis años después Jean Améry elegirá Salzburgo desde su exilio de Bruselas para darse voluntariamente muerte.”7
Desde el principio hay una inequívoca alusión al escrito de Améry sobre La tortura8: “Quería [Elisabeth] escribir a ese hombre [a Améry], pero no sabía qué decirle, [...] porque ese hombre intentaba descubrir en la destrucción del espíritu lo que había ocurrido con él, y de qué manera se había modificado un ser humano y, aniquilado, continuaba viviendo.”9 A tientas, ha prestado aquí la Bachmann una gran ayuda a Améry, sobre quien pesaba mucho la falta de reconocimiento que sentía en su país de origen. La narración no tiene drama, tampoco ‘interno’. La protagonista participa al término a un colega su decisión de trasladarse a Saigón, zona entonces de guerra.
Uwe Johson había nacido en Kammin, Pomerania (1934); al final de la guerra huyó con su familia a Meckenburgo. El padre murió al poco en un campo de internamiento soviético. Estudios en Rostock y Leipzig (con Bloch y Hans Mayer); tuvo un tropiezo con el régimen, que estuvo a punto de costarle la universidad. Su primera novela, Ingrid Babendererde (publicada póstumamente), ya está instalada en Jerichow, una pequeña ciudad imaginaria de la costa báltica que es también “lugar de proyección de una Heimat primigenia y microcosmos para el análisis de la historia alemana”.10 Traduce -Melville, años después a John Knowles-: ya una forma posible de viajar. Su novela Conjeturas sobre Jacob11, rechazada por editoriales de la RDA y publicada al fin en Occidente, fue, junto con Billar a las nueve y media, de H. Böll, y El tambor de hojalata, de G. Grass, la revelación de la feria del Libro de 1959 de Frankfurt. En julio 1959 abandonaba la RDA con el tren para bajarse en una estación de Berlín Occidental; para él es un cambio de domicilio, no una fuga. Toma contacto casi inmediato con el mencionado ‘Grupo 47’, es decir, con el movimiento dirigente de la literatura del momento.
“Pero de donde de verdad soy es de la zona de lagos y muchos bosques de Mecklenburg, de Plau hasta Templin, a lo largo del Elba y el Havel”12. Uwe Johnson hizo de estos paisajes el escenario por excelencia de sus novelas, y de ahí que la tensión, o la irreductibilidad, entre lugar de origen y ‘extranjero’ [Fremde] sea una invariante de su producción literaria. Gesine, la figura central de Jahrestage [Días del año], es percibida por la mayor parte de sus conocidos americanos “als Deutsche”13, connotándola así por tanto como perteneciente a ámbito cultural. Las Zwei Ansichten, de 1965, elaboran de nuevo la partición alemana y sus consecuencias; también es una novela de desilusión sobre el ‘socialismo’.
Las estancias en Estados Unidos se suceden en los 60. De 1966 a 1968 trabaja en Nueva York en una editorial de libros de enseñanza; América era una liberación para él. En 1974 el matrimonio y la hija se trasladan de Berlín a Sheppey, una isla del Támesis. Johnson entre tanto ya es alcohólico. Sufre un infarto, y su matrimonio entra en una grave crisis; aún así, estuvieron en América en el verano de 1976. En 1978 se separa de su mujer y su hija: no volverían a verse. Uwe Johnson no fue de trato fácil, sólo hay que leer los testimonios de M. Walser y de H. W. Richter, o su correspondencia con Hannah Arendt, a quien había conocido en Nueva York en 196514; está también su encuentro decepcionante con Faulkner en 196115. Peter Wapnewski habla del mutismo casi trágico de Johnson cuando trataba de articular sus sentimientos16: un hombre crecientemente solitario, con miedos autodestuctivos a la infidelidad y a lo que reputaba traición. El 13 de marzo de 1984 se encontró al escritor muerto, resultado de una caía de semanas antes. Tenía 49 años.
Johnson había conocido a la Bachmann en 1959; tres años más tarde obtuvo una beca de trabajo en Roma, lo que estrechó su amistad con la austríaca (y con Max Frisch). Ingeborg Bachmann fue enterrada en su ciudad natal el 25 de octubre de 1973; cuatro días después llega Johnson a la capital de Carintia. Un viaje a Klagenfurt (1974), estructualmente muy próximo a los diarios de Max Frisch, es una despedida como en sordina de la amiga fallecida con el rodeo de la visita a los escenarios de su infancia y adolescencia. No es un ensayo, puesto que no sería posible extraer aquí una argumentación; en el trabajo concienzudo de documentación está todo Johnson, en busca de un ser querido cuya muerte le conmovió. Lo decisivo es que la única voz individual es la de la amiga muerta, el escritor pasa a segundo término ante las citas de las cartas o las conversaciones de ella, los informes sobre la coyuntura turística en Carintia, las informaciones sobre horarios de aviones o trenes o las referencias al pasado negro, o pardo, de la ciudad.
Alguien que ha conocido bien a ambos, Hans Werner Richter, los ha recordado años después: “Ambos eran seres de frontera [Grenzgänger], personas que vivían en el límite de conciencia de su existencia, outsiders de la sociedad, con la que nunca se arreglaron del todo. Ninguno de los dos estaba en ninguna parte en casa y tuvieron un destino propio. [...] Las excursiones en bicicleta por el Grunewald se me han quedado por ello tan fuertemente grabadas en la memoria, [...] su gran ingenuidad y su infantil alegría de vivir.” Johnson, un hombre con un concepto de la literatura relativamente conservador -las estrellas de su formación fueron Th. Mann y Fontane-, ha compuesto, sí, un texto ingenuo, pero también sentimental en el sentido técnico de Schiller. Y la massive Ruhe que ha visto algún crítico en el libro, le da, en efecto, algo de urna romana. El texto se cierra con unas palabras elípticas de la Bachmann -“Nur gerade heute nicht”, “pero justo hoy no”-: una forma discretísima de despedirse.
Esta aplastante depresión final, autointoxicaciones aparte, podría bien asociarse a las dimensiones del fracaso de los ciclópeos Jahrestage, que él adivinaba ya (con casi 2.000 páginas en total). Son cuatro tomos, el último aparecido en 1982, para un año -1967/1968- en la vida de una persona, Gesine Cresspahl, en su desenvolverse profesional y cotidiano en la ciudad en que vive, Nueva York. “Más que una descripción de la búsqueda de la Heimat, los interminables Jahrestage resultan ser entonces la narración de su pérdida total y definitiva”17. Pero voces autorizadas declaran no haber podido acabado con su lectura. Para Rühmkorf era “el documento de una capitulación”18.
En peripecias es difícil superable la vida sobre la tierra de Hans Mayer, Jean Améry, nacido en 1912 en Hohenems (Austria): judío, izquierdista y resistente. Con la madre está en Viena pronto; la familia vuelve a mudarse con las penurias de postguerra , y para el curso 1923/4 está matriculado en Gmunden, pero con doce deja el Gymnasium, y aquí acaba su formación ‘oficial’. Después de un paréntesis vienés, entre 1930 y 1938 está empleado en la biblioteca de la Volkshochschule de Leopoldstadt, un barrio obrero (y judío) de Viena. Allí conoce a H. Broch, por ejemplo, a E. Canetti, a M. Brod. En 1934, y con un amigo, saca una revista literaria, de la que salen cuatro números. Hay una quiebra en esta vida: las leyes raciales de Núremberg de 1937; Hans Mayer, como reacción, vuelve a ingresar en la comunidad judía, después de haber cursado baja en 1933. Con el Anschluss tiene que abandonar atropelladamente Austria con su mujer y cruzar la Alemania de Hitler en condiciones penosas, hasta Amberes. Al estallar la guerra es apresado y lo internan, pero se escapa. Lo apresan de nuevo y lo internan en Gurs (Francia) en julio de 1940. Otra vez se fuga y otra vez le atrapan, esta vez los alemanes. Lo liberan, y en septiembre de 1941 está de nuevo con su mujer en Bruselas. En la ciudad ocupada se une a un grupo comunista de resistencia, y editan un periódico clandestino. El 23 de julio de 1943 es arrestado por la Gestapo, y entonces “ocurrió”; su ensayo de 1965 “La tortura”19 lo relata premiosamente. Luego es deportado a Auschwitz; Auschwitz-Monowitz es evacuado en enero de 1945, los rusos se acercan. Son transportados a otro campo de Sajonia, para acabar en Bergen-Belsen, donde el día 15 de abril son liberados por los británicos. Dos semanas después está de nuevo en su casa de Bruselas, con 45 kilos y un traje a rayas. Su mujer había muerto: él tardará seis años en enterarse.
Hace visitas a París, oscilando entre esta ciudad y Bruselas durante 2 años; comienza a colaborar para la prensa suiza. En 1955 se casa de nuevo, en Viena. A registrar asimismo un viaje importante, contra el que se había resistido durante años, su regreso a Alemania en 1952. De 1966 es Más allá de la culpa y la expiación, y el libro es muy pronto una verdadera sensación en Alemania; ese mismo año entrega Sobre el imperativo y la imposibilidad de ser judío. Impugnando su condición de judío, ha escrito Heidelberger20, hace Améry de la imposición, de la heteronomía, “una autodeterminación, y el outsider existencial hecho tal por Hitler, se convierte en un outsider intencional”. Hay un primer viaje a los Estados Unidos de dos meses en 1970, y otro a Israel en 1976; es como si a su pesar la biografía lo hiciera sionista. Y están los viajes que son los cambios de domicilio en Bruselas, están las también para él odiosas lecturas públicas por Alemania, los viajes a la Academia de Berlín, donde se relaciona con el ‘otro’ Hans Mayer, pero también con Uwe Johnson o Peter Weiss.
Su novela-ensayo Lefeu o la demolición, aparece en 1974: un retrato del intelectual (o artista) judío que desea apearse de la realidad. No hay que darle vueltas: es en la ficción donde conocemos realmente a Améry. Hay amigos y editores entusiasmados por el libro, pero Reich-Ranicki en la FAZ lo somete a dura crítica. Pues bien, tres meses antes de la recensión negativa encuentran al autor en coma, que había intentado quitarse la vida con somníferos. De 1978 es un ensayo sobre Charles Bovary que tampoco obtiene críticas a la altura de sus expectativas. Se ve fracasado como narrador, y está enfermo: la vista, el corazón, las venas, el estómago. El antisionismo de cierta izquierda de entonces es para el una amenaza existencial. En octubre de 1978 hace una gira de lecturas por Alemania, que interrumpe en Marburgo: ha tomado una decisión. El 17 de octubre está en Salzurg, en un hotel, y allí prepara minuciosamente las cartas de despedida, a la dirección del hotel, a la policía, al lector de su editorial, a su mujer.
En 1976, y como continuación de su estudio sobre la vejez21 aparece su ensayo sobre la muerte voluntaria -siempre Freitod, ‘muerte libre’, para él, no Selbstmord, el término usual- que ya es un clásico: Poner la mano sobre sí. Discurso sobre la muerte libre22. La llamada muerte natural, empieza por preguntarse el autor, ¿es de verdad tan natural? “Cuando alguien muere por propia mano cae un velo que nadie levantará”23: he aquí el acto inimaginable en que un ser humano alcanza, o puede alcanzar, una autenticidad otra. “¿Hacia dónde huimos? A ningún sitio. Emprendemos un viaje para no llegar a ningún sitio imaginable.”24 El suicidario, con su término, “el ser humano que se borra [sich auslöscht], revoca por así decir la creación.”25
“En el momento en que una persona se dice que podría arrojar de sí la vida se hace ya libre”26: el gran viaje imposible, porque guillotinado de su objetivo por su propia naturaleza, puede no obstante conferir alguna iluminación a quien lo decide: breve, irrevocable. Es un tratado sobre el acto indescriptible compuesto a la manera de los paganos de la antigüedad, una mediatatio mortis que argumenta muy bien (por ejemplo sobre la muy debatida pulsión de muerte de Freud). Sólo que a las sesiones de ese club exclusivo están invitados únicamente los oficiantes, los últimos grandes outsiders, como los llama.
Xavier de Maistre empleó los 42 días de arresto que se le impusieron para hacer un viaje sedentario alrededor de los 36 pies del contorno de su cuarto27. Cuestión de saber aceptar lo inmodificable; su plausible modelo fue el Sterne del Viaje sentimental por Francia e Italia, aquel impagable Yorick que hasta trazó una tipología o especificación de los viajeros: los ociosos, curiosos, melancólicos, mentirosos, orgullosos, vanidosos.... “Mas [...] debe de haber en ello una fatalidad, pues lo cierto es que rara vez voy a donde me propongo”28. Nuestros autores habrían puesto sin dudar su firma bajo estas palabras.
A pesar de todos los pesares hay que imaginar también a Sísifo feliz, establece Albert Camus al final de su conocido ensayo. Y la Bachmann declara en una entrevista de 1970: “Pero aquí [en Roma] empecé a vivir...”29. Su primer exilio, ya irreversible, fue el adiós a la inocencia; luego, algo más de tres decenios de fuga del horror que solían serle los otros. No creo exagerado hablar de una Katastrophengedächtnis [memoria catastrófica] en esta vida, en paralelo a Améry, que se veía como un Katastrophenjude [judío catastrófico]. De ahí que su modo de narrar tenga poco que ver con el de sus compañeros alemanes de generación: la persona individual y su destino le interesan mucho más que el desarrollo de un carácter. Merece la pena atender a unas palabras del peculiar obituario de Thomas Bernhard dedicó a la amiga y que incluyó en Der Stimmenimitator: “Hice viajes con ella y en esos viajes compartí muchas de sus opiniones filosóficas, también sus opiniones sobre la marcha del mundo y el curso de la historia, del que se sintió horrorizada de por vida... Estuvo constantemente huyendo...”30.
En Uwe Johnson, rodeado por quienes veía como ajenos en Alemania Occidental, Nueva York o Inglaterra, los muy frecuentes cambios de asentamiento parecen extrañamente ajenos al proyecto artístico de su vida. No tiene que haber sido agradable la herencia que pesaba sobre Gesine, su alter ego femenino de ficción. Jean Améry, por último, había viajado muy a su pesar a los infiernos, el de la tortura y el anus mundi que fue Auschwitz, y volvió. Al final haría él mismo el viaje libre sobre el que escribió. Goethe recorrió Italia buscando el “centro” de sí, que le atraía “irresesistiblemente”31 -también dio con la sazón biográfica oportuna para hacer el viaje-, y Sterne, casi al mismo tiempo que Goethe, deseaba para sí “un sereno viaje del corazón en busca de la Naturaleza”32. Jean Améry, Ingeborg Bachmann y Uwe Johnson, de biografía muy viajera los tres, no siempre tuvieron tantas oportunidades de elegir.
1 Am Grab einer unbekannten Freundin, en Jean Améry, Werke [...]
2 Ingeborg Bachmann, Drei Wege zum See, en Simultan, Múnich: dtv, [...].
3 Grambow 1997, 137 [MIRAR].
4 Ingebor Bachmann en carta a Uwe Johnson del 25 de julio de 1970, citado en Uwe Johnson, Eine Reise nach Klagenfurt [...].
5 J. Hoell, p. 35 [BUSCAR].
6 Ingeborg Bachmann, Jugend in einer [BUSCAR]
7 Heidelberger, [BUSCAR]
8 Jean Améry, Über die Tortur, en [...]
9 Ingeborg Bachmann, Drei Wege [BUSCAR]
10 Chilese [BUSCAR].
11 Uwe Johnson, Mutmassngen über Jakob, Frankfurt: Suhrkamp [...].
12 Buscar en Chilese.
13 Véase, por ejemplo, Jahrestage 145, 172.
14 Citar correspondencia con Hannah Arendt [MIRAR].
15 Grambow 91.
16 [BUSCAR]
17 Chilese, CITAR.
18 [BUSCAR]
19 Recogido en Jean Améry, [MIRAR].
20 [MIRAR]
21 Jean Améry, Über das Altern [MIRAR]
22 Jean Améry [citar: PRE-TEXTOS].
23 Hans Mayer, [BUSCAR]
24 Jean Améry, Hand an sich legen, p. 23.
25 Jean Améry, op. cit., p. [BUSCAR].
26 Jean Améry, [BUSCAR]
27 De Maistre, p. 31 [MIRAR]
28 Tristam Shandy, p. 178 [MIRAR].
29 Buscar Cy[...].
30 Thomas Bernhard, Der Stimmenimitator, p. [MIRAR].
31 J. W. Goethe, Italienische Reise, p. [MIRAR]
32 Sterne, idem.