ISSN: 1578-9438

HEINER MÜLLER: UNA MIRADA HACIA ATRÁS DIEZ

AÑOS DESPUÉS

ÁNGEL REPÁRAZ

DOCTOR EN FILOLOGÍA ALEMANA

MADRID

Zusammenfassung

Zehn Jahre nach dem Tod des Dramatikers Heiner Müller (1929-1995) soll in

der vorliegenden Untersuchung eine vorläufige Bilanz gezogen werden.

Schon früh hatte der Autor beschlossen, in der kurz zuvor gegründeten DDR

zu bleiben, und dort schrieb er nach Veröffentlichung einiger Rezensionen

sein erstes Theaterstück (1951). Seine frühen Stücke (‚Produktionsstücke‛)

sind – trotz mancher Dissonanzen – Ausdruck der damals herrschenden

Staatsideologie, zeigen jedoch auch eine deutliche Prägung durch das Theater

B. Brechts. Der Auftrag (1979), das hier eingehender analysiert wird, stellt

einen Knotenpunt in der Entwicklung Heiner Müllers Theaterverständnis dar,

da es – nach seiner Auflehnung gegen den verordneten ‘Realsozialismus’ und

brechtsche Simplifizierungen – eine Schaffensphase des Autors einleitet, die

durch sozialhistorischen Pessimismus und eine anspruchvolle Schreibtechnik

gekennzeichnet ist.

El 16 de enero de 2006 fueron diez años del entierro del dramaturgo Heiner

Müller en el cementerio de los hugonotes de Berlín, en la vecindad inmediata de las

tumbas de Schinkel, Hegel, H. Mann y Brecht y con rango de acto oficioso de

Estado; asistieron Richard von Weizsäcker, Diepgen, Stolpe y Lafontaine, y

Gorbachov envió un telegrama de condolencia. Con la desaparición del otro estado

alemán las insidias de unos cuantos “disidentes de profesión” (H. MAYER) le habían

alcanzado también a él; que tuvo en tiempos contactos con la Stasi era algo más que

conocido, aunque, que se sepa, ni un solo documento de los archivos lo incrimina.

W. Biermann ha sido crítico en su obituario con esos contactos, aunque también con

indulgencia:

Aber Müller saß damals auch in einer Isolationszelle. Die Gitterstäbe waren

aus Armut und Einsamkeit gemacht. [...] (D)as ist der Grund, warum ich

Müller sogar verteidigte, als herauskam, daß er zeitweise mit dem

Ministerium für Staatssicherheit (MfS) zusammengearbeitet hat (1996).1

1 Está más que probado que Müller intervino a favor de autores de la RDA en dificultades. Pero es

asimismo un hecho que él consideraba los llamados órganos de seguridad como parte legítima del estado

Estudios Filológicos Alemanes (2006) 10,

Ángel Repáraz

En 1987 era el autor teatral más representado en los dos estados alemanes de

entonces, y mucho antes ya a franceses y americanos les interesó la innovadora

dinámica de sus piezas2. Autor de teatro, poemas, textos cortos en prosa o

traducciones, para sus vivisecciones de la historia política de su país —guardó

siempre una “solidaridad crítica”3 para el sistema político establecido en el este—

hizo uso de abundantísimo material preexistente, que luego transformaba hasta lo

irreconocible. En sus prolijas autoexplicaciones del final de su carrera ha vuelto a la

idea de que la gran dramaturgia sólo se produce en las dictaduras.4

Reich-Ranicki no ha admitido nunca una literatura autónoma de la RDA5, pero

Raddatz sentaba hacia 1970 la existencia de dos literaturas alemanas distintas6, a las

que sumó más tarde incluso una tercera, la de los alemanes del este asentados en la

RFA (para W. Harich, más radical, sólo había una, la de la RDA). La pregunta sobre

la ubicación de la obra de Müller en estas taxonomías contradictorias es de fácil

respuesta: en la gran tradición dramática alemana. Sin salirnos de la RDA, alguna

vez se ha opuesto a Müller la estética ‘clasicista’ de Peter Hacks, mientras que

Volker Braun habría estado más cercano a las reservas de Müller ante la exigida

afirmación del ‘socialismo realmente existente’. Como fuera, el enigma, para la

crítica y para la germanística, sigue siendo el propio Müller7. Sajón (Eppendorf,

1929), la cesura de su infancia es la detención del padre (1933), socialdemócrata, en

una escena que tiene toda la dignidad de un trauma freudiano de manual. Antes de

un año fue liberado, pero ya era hijo de un “enemigo del Estado”, de lo que se

derivaron unas humillaciones que están en la base de sus reconocidos

resentimientos. En 1944 es incorporado al Volkssturm; tras trabajar después de

bibliotecario y asesor agrario en la zona de ocupación soviética, escribe sus primeros

artículos y recensiones —un estricto ortodoxo que a la sazón (1953/56) se orienta

por las luminarias de la elaboración cultural marxista (Stalin, Lukács, también

a cuyo lado estaba. En conversación con Thomas Assheuer después de la Wende ha reconocido que

colaboró “conscientemente” con la Stasi.

2 Cf. H. MÜLLER (1992: 42 y ss.).

3 Cf. H. MÜLLER (1992: 61), también con las restricciones tan típicas del autor: “Ich habe oft gesagt und

behauptet, dass ich mich mit dieser Gewalt, diesem Terror identifizieren konnte, weil es eine

Gegengewalt war, ein Gegenterror gegen den vorigen. Das ist aber vielleicht schon Konstruktion. Im

Grunde bin ich da unberührt durchgegangen.”

4 Cf. H. MÜLLER (1982: 290): “Kunst hat und braucht eine blutige Wurzel.”

5 Cf. M. REICH-RANICKI (1991: 9)

6 Cf. FRITZ J. RADDATZ (1987: 10 ss.)

7 Cf. VASSEN e I. SCHMIDT (1993: 6): “Festzuhalten ist jedenfalls eine gewisse Hilflosigkeit der

Literaturwissenschaftler, zu der auch Müllers selbst gerade durch seine Autoreflexion listvoll beitrug:

Müllers Texte, wortgewaltig und sprachexperimentell, radikal politisch und geschichtsphilosophisch,

gestisch und körperlich, grausam und Schrecken erregend, stellen nicht nur das Theater in Frage und

verstören Leser und Zuschauer, sie ziehen auch oft genug der literaturwissenschaftlichen Hermeneutik

den Boden unter den Füssen weg.”

Estudios Filológicos Alemanes (2006) 10,

Heiner Müller: una mirada hacia atrás diez años después

Johannes R. Becher)—. Lo recordará con cinismo: le pagaban entre 300 y 350

marcos por cada himno laudatorio8.

Establecido en Berlín Oriental en octubre de 1948, Brecht había dado a conocer

en Sinn und Form (1949) el escrito más relevante en torno a su estética

antiaristotélica —y de su práctica escénica, y hasta de su visión de la educación del

público—: el Kleines Organon para el “teatro de una época científica”, que, si por

un lado cuestionaba su propia posición de la época de las Lehrstücke, por otro

marcaba considerables distancias con el teatro naturalista, entonces asociado a

Stanislavski9. Fuera de la plataforma del Berliner Ensemble10 no era sencilla una

carrera teatral; Müller conoció a Brecht, pero no fue aceptado en el grupo. Con su

primera pieza, Die Schlacht (1951/74), una evocación de la pretendida prehistoria

social a que puso fin la fundación de la RDA, colisiona ya con las exigencias del

SED. Tanto Der Lohndrücker (1958) como Traktor (1955/61) o Die Korrektur

(1957/8) son dramas, industriales o rurales, que suelen incorporarse a las “piezas de

producción”. Un cierto reconocimiento se produce en 1959, con la concesión a él y a

su mujer del Premio Heinrich Mann. En Die Umsiedlerin oder Das Leben auf dem

Lande (1956/1961, después Die Bauern) el autor se reconoce aún en la promesa

social del sistema, pero el dibujo al aguafuerte de las realidades de la reforma agraria

gusta aún menos a las autoridades culturales. Un incidente típico del orbe cultural

soviético: con ayuda de H. Weigel, la viuda de Brecht, Müller se somete a una algo

indigna autocrítica pública, bien a sabiendas de que le iba en ello su existencia como

escritor11; pero el Galileo del maestro, después de todo, rectifica para seguir

trabajando. Aun así, es expulsado de la Asociación de Escritores.

Con Der Bau, publicada en 1965 en Sinn und Form, hacía los honores debidos al

‘espíritu de partido’ —la construcción del muro, cuatro años antes, es justificada—,

pero tampoco se le ahorraron problemas. La ‘obra’ o ‘construcción’ es aquí el

terminus a quo de la metáfora de lo que se llamaba construcción del socialismo, que

en la vida de las personas se vivía como dolorosas renuncias subordinadas a un

futuro que advendría inexorablemente. Era de esperar que el SED no tolerara por

aquellos años un teatro en que no era presentado como el ejecutor de aquella

promesa de dicha colectiva, y la pieza fue condenada por las altas instancias

8 Cf. H. MÜLLER (1992: 117): “Da habe ich am Fliessband Stalin-Hymnen nachgedichtet.”

9 Brecht no es en esto tan innovador como suele pretenderse; cuando menos la exigencia de una distancia

interna del actor con relación a la ficción representada ha sido ya propuesta por Diderot, por ejemplo, en

su celebrado ensayo “Paradoja del comediante” (la primera versión es de 1773).

10 Las resistencias fueron numerosas porque Brecht resultaba sospechoso a las nuevas jerarquías por más

de un motivo. Al fin el teatro bajo su dirección lo impusieron los rusos, cf. H. MÜLLER (1982: 83).

11 Cf. H. MÜLLER (1990: 180): “Es ging um meine Existenz als Autor”; y en la misma página: “Mir war

das Schreiben wichtiger als meine Moral.” Por lo demás, Müller incluye en apéndice el texto completo de

la autocrítica.

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políticas en aquel mismo año (sólo pudo ser representada a principio de los 80). Son

años muy duros —también una pieza de Hacks de entonces, Die Sorgen und die

Macht, provoca entre tanto un cierto alboroto; Müller no estaba tan solo—; más aún

para su mujer, que, tras varios intentos fallidos, se suicida (1966). Debe vivir de

trabajos de ocasión; uno de ellos un himno de centenario a Lenin aparecido en Neues

Deutschland12. De la tradición de la Lehrstück brechtiana quedan aún trazas en Der

Horatier (1968) y Mauser (1970)13, pero el papel pautado del maestro tiene ya

mucho de inaplicable cuando Müller —y Hacks— vuelve su atención a temas

clásicos huyendo de la asfixia de la temática ‘laboral’14; así, en Philoktet (1964),

Oedipus Tyrann (1966), Herakles (1967) y Prometheus (1969). No sin referencias a

la actualidad; Die Horatier, por señalado ejemplo, arrastra consigo la crónica

ambivalencia, de Müller y del SED, del ajuste de cuentas con Stalin:

Er soll genannt werden der Sieger über Alba

Er soll genannt werden der Mörder seiner Schwester

Mit einem Atem sein Verdienst und seine Schuld15.

Su situación era todavía incierta. Una actualización del Macbeth por entonces le

depara por parte de W. Harich una crítica ribeteada de denuncia.

Con el relevo de Ulbricht por Honecker (1971) los controles sobre la creación

artística y cultural se aflojan, hasta que se produce el ‘caso Biermann’, que origina

una cierta conmoción. Entre 1976 y 1979 abandonan la RDA, entre otros, Th.

Brasch, B. Jentzsch, S. Kirsch, R. Kunze y G. Kunert, y en los 80 se produjeron las

defecciones de K. Lange-Müller, W. Hilbig, M. Maron, etc. Rupturista es

Hamletmaschine (1977), adaptación compleja de Shakespeare y seguramente

también confesión de un intelectual con muchas dudas. Acogida con perplejidad por

su hermetismo, no parece desde luego que esta pieza de culto represente al mejor

Müller. Está al final del teatro didáctico, como Quartett (1979) o Bildbeschreibung

(1984), cuando las ficciones ideológicas han quedado vacías por dentro.

De 1979 y central para la intelección de su teatro es, por lo que veremos, Der

Auftrag. Erinnerung an eine Revolution, basada en una narración de Anna Seghers.16

Como el Philoktet, es una pieza capital en el panóptico mülleriano ya desde el

12 El 15 de marzo de 1970.

13 Con una cierta lógica stalinista todavía. Intervención del coro en Mauser: “Die Revolution braucht dich

nicht mehr / sie braucht deinen Tod”. En: H. MÜLLER (2001: 246).

14 Cf. SCHEID (1997: 435).

15 Cf. H. MÜLLER (2001: 84).

16 No trato aquí cuestiones de dramaturgia escénica, asociadas a las dos ocasiones en que el propio Müller

ha puesto esta pieza sobre las tablas, en 1980 en Berlín y en 1982 en Bochum. Cf. H. MÜLLER (1982:

299): “Inszenieren ist meine einzige Möglichkeit, meine Texte zu vergessen, ein Befreiungsakt, eine

Therapie.”

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Heiner Müller: una mirada hacia atrás diez años después

mismo tema: la revolución traicionada. Formalmente, por lo demás, ya está aquí por

completo desarrollada la técnica ‘fragmentaria’, ajena tanto al naturalismo como a

Brecht; para éste la fábula (Fabel) era irrenunciable como estructuradora tanto de la

representación escénica en sí como de la dialéctica del encuentro entre personas que

se ficcionaliza en la misma17. En 1975, casi treinta años después del escrito

programático del maestro, Müller fundamenta artística y políticamente su recusación

en un texto corto que vale por un manifiesto:

[...] Die Fragmentarisierung eines Vorgangs betont seinen Prozeßcharakter,

hindert das Verschwinden der Produktion im Produkt, die Vermarktung,

macht das Abbild zum Versuchsfeld, auf dem Publikum koproduzieren kann.

Ich glaube nicht, daß eine Geschichte, die ‚Hand und Fuß hat‛ (die Fabel im

klassischen Sinne), der Wirklichkeit noch beikommt.

[...] Ein Text lebt aus dem Widerspruch von Intention und Material, Autor und

Wirklichkeit; jedem Autor passieren Texte, gegen die sich ‚die Feder sträubt‛;

wer ihr nachgibt, um der Kollision mit dem Publikum auszuweichen, ist, wie

schon Friedrich Schlegel bemerkt hat, ein ‚Hundsfott‛, opfert dem Erfolg die

Wirkung, verurteilt seinen Text zum Tod durch Beifall. Theater, so betrieben,

wird Mausoleum für Literatur statt Laboratorium sozialer Fantasie,

Konservierungsmittel für abgelebte Zustände statt Instrument von Fortschritt.

Talent ist ein Privileg, Privilegien müssen bezahlt werden. Mit der Enteignung

im Sozialismus wird Weisheit borniert, der Aphorismus reaktionär; die Pose

des Klassikers erfordert homerische Blindheit (1975: 25 y s.).

Tres hombres son enviados a Jamaica por el Directorio revolucionario de París

con el ‘encargo’ de organizar allá la insurrección. Años después un emisario, que

trae desde el Caribe una carta de uno de ellos, Galloudec, encuentra enfermo a

Debuisson, y éste declara no conocer al autor de la carta. Sólo cuando el marino

informa tanto de la agonía de Galloudec como de la atroz ejecución de Sasportas, el

tercero de los comisionados, da a conocer Debuisson su identidad: está obligado a

ocultar su pasado. Las cosas han vuelto a su lugar natural, el mundo vuelve a trazar

una divisoria rígida entre amos y esclavos.

En el segundo acto Sasportas, que sabe de la doble liberación en que está

comprometido —también como negro—, espeta a Galloudec: “Der Tod ist die

Maske der Revolution”, a lo que aquél contesta: “Die Revolution ist die Maske des

Todes”18. Dos perspectivas políticas, pues, muy distintas; los dos enunciados

17 Cf. B. BRECHT (1977: 693): “Auf die Fabel kommt alles an, sie ist das Herzstück der theatralischen

Veranstaltung. Denn von dem, was zwischen den Menschen vorgeht, bekommt sie ja alles, was

diskutierbar, kritisierbar, änderbar sein kann. [...] Das große Unternehmen des Theaters ist die Fabel, die

Gesamtkomposition aller geistigen Vorgänge, enthaltend die Mitteilungen und Impulse, die das

Vergnügen des Publikums nunmehr ausmachen sollen.”

18 Cf. H. MÜLLER (1983: 56 y s.).

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después se sueldan hasta hacer indistinguibles al hijo del esclavista y al portavoz de

lo que casi dos siglos después se llamó el Tercer Mundo (los “Neger aller Rassen”).

Más tarde, y tras un cambio de escena surreal en que interviene un ‘yo’ moderno

innominado y persuadido de la inutilidad del encargo que se le encomendó,

Debuisson recibe la noticia de que el general Bonaparte ha disuelto el Directorio en

París, así que exonera a sus compañeros de la obligación contraída. Es entonces

cuando Sasportas interviene: “[...] solange es Herren und Sklaven gibt, sind wir aus

unserem Auftrag nicht entlassen”19. Debuisson manifiesta sus dudas, y con ello su

voluntad de pactar cuando la partida está perdida; Galloudec, el campesino francés,

se solidariza con Sasportas. La narración del triunfo de la traición cierra la pieza. Y

bien, un desenlace así sería inimaginable para Brecht; Debuisson volverá a tener

esclavos. Por eso puede decirse que la pieza representa el punto de fractura que

marca el paso en Müller desde la esperanza en la transformación de las relaciones de

las personas a la impugnación apocalíptica de todo progreso. Las deformaciones

grotescas presentes aquí en no pocas escenas vienen, siquiera parcialmente, de

Artaud, y no pueden producir Verfremdung didáctica alguna porque los criterios

artísticos de relevancia son ya otros; la pieza participa más del radicalismo de

Shakespeare, un autor que ha guiado la actividad dramática de Müller con una

intensidad sólo comparable a la de Brecht (entre 1967 y 1985 realiza cinco

adaptaciones shakespearianas20). La energía activada en la representación del

fracaso, siempre repetido, del empeño emancipador apunta a la movilización del

público, y sólo en ausencia de ésta podrá condenarse como ininteligible el desorden

expositivo de la pieza.

Por complicadas razones de disfunción cultural, el teatro en la RDA gozó de una

protección por parte del poder público superior a la de cualquier otro medio

artístico21, al tiempo que las tradiciones teatrales anteriores a 1933 —‘burguesas’—

se mantenían intactas22. A comienzo de los ochenta los desperfectos del sistema en

su conjunto eran irreversibles, y las grietas visibles se llamaban Biermann, Bahro o

Havemann23. Se diría que la actividad de Müller ha consistido entonces en la

estilización del derrumbamiento en potentes parábolas de las posibilidades históricas

malogradas; en Philoktet (1958/64), su trabajo mitológico quizá más notable, Odiseo

sucumbe paradigmáticamente en el conflicto entre las exigencias del Estado y la

19 Cf. H. MÜLLER (1983: 69).

20 Cf. H. MÜLLER (1992: 265 y s.): “Shakespeare war für mich auch ein Gegengift gegen Brecht, gegen

die Vereinfachung bei Brecht, gegen die Simplifizierung, die Gefahr, an der die meisten kaputtgegangen

sind, die in der Nähe von Brecht gearbeitet haben.”

21 Cf. R. WEBER (1993: 520 y ss.).

22 Cf. H. MÜLLER (1992: 125).

23 De 1976 es la carta de 12 escritores y artistas de la RDA a las autoridades del SED pidiendo la

revocación de la medida por la que se privaba de nacionalidad a W. Biermann. Müller firma, pero se

distancia después.

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subjetividad del individuo. En algún sentido importante ha desarrollado, pues, un

teatro elegíaco —Verkommenes Ufer Medeamaterial Landschaft mit Argonauten

(1982) es algo así como una soteriología invertida—, y no es de extrañar que se haya

implicado después de 1989 en el combate contra lo que reputaba la expropiación de

cuarenta años de vida colectiva. En realidad, Müller ni siquiera formalmente ha

correspondido nunca del todo al instrumentalizador ‘realismo socialista’; Hamlet le

había interesado siempre demasiado como emblema de la irresolución y del fracaso.

Y de la tragedia griega hace uso como de un excipiente —Ödipus Tyrann (1966),

Prometeus (1967/68)—; remodelado, el material ajeno regresa como denuncia.

En los 80 publican y representan dramaturgos como Christoph Hein; se extiende

el ‘teatro de director’, y hay una cierta liberalidad con autores contemporáneos

extranjeros. En este último decenio es cuando, hasta con una cierta complacencia de

las instancias culturales, se lo eleva al rango de clásico. El Premio Nacional de la

RDA le es concedido en 1986; pero si décadas antes, como Brecht, había sido

acusado de ‘formalismo’, ‘decadencia’, o lejanía de lo volkstümlich24 —la bienquista

dramaturgia de la empatía estaba representada en los cincuenta por Friedrich Wolf,

el polo opuesto a Brecht en el drama socialista—, su iconización como gran

producto exportable de la dramaturgia de la RDA parece igual de oportunista. Él

condesciende, pero su imponente panóptico Wolokolamsker Chausee (1984/1987),

“auf das Ende des sozialistischen Blocks, ein Requiem”25, prueba que no está

dispuesto a hacer concesiones; la apertura, de todos modos, no es completa, porque

textos como Mauser, Germania Tod in Berlin o Hamletmaschine no se publican en

la RDA hasta 1988. Ese mismo año, y veintisiete después de su exclusión, los

escritores lo readmiten y hasta es nombrado asesor ministerial.

Un continuador, por tanto, que no retrocedió ante las rupturas estéticas con el

maestro. Pero, si se despega de Brecht, también deja atrás la ambigüedad

‘documental’ de P. Weiss o las parodias, profundamente serias por lo demás, de

Dürrenmatt; todo ello, algo muy de Müller, es compatible con una ininterrumpida

ocupación subterránea con el trabajo del augsburgués. Ha sido señalado más de una

vez que Mauser es desarrollo y crítica a la vez a la Maßnahme brechtiana, y al

célebre “Brecht gebrauchen, ohne ihn zu kritisieren, ist Verrat” le aplica una nueva

24 La Volkstümlichkeit era casi un postulado de la política oficial de la SED, reclamada incluso en público

por W. Ulbricht. Estaba también, además del “realismo socialista”, el tercero de los mandamientos del

partido y sus portavoces para la actividad cultural: la Erbentheorie —la herencia ‘nacional’ y ‘clásica’—,

que debe mucho en los años 30 a G. Lukács (que luego se convirtió en un ‘revisionista’ a evitar). Para la

práctica dramática regía un cuarto mandamiento en el primer decenio de vida de la RDA: el ya citado

método stanislavskiano del actor empático con su papel, sacralizado en la Unión Soviética. Brecht tuvo

durante largo tiempo sus dificultades; cuando no eran ‘formalistas’, sus propuestas épicas eran

spätbürgerlich. Prohibidas o no, un alto porcentaje de las piezas de Müller fueron representadas por vez

primera en la RFA.

25 Cf. H. MÜLLER (1982: 344).

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limitación en conversación con R. Hochhuth pocas semanas antes de su muerte:

como lírico habría sido Brecht inmortal, pero como dramaturgo...26; pero el poema

que publica en la taz en marzo de 1995, muy consciente de su final ya, es brechtiano

en sus síncopas y sus elisiones (quizá también benniano). Pero parece claro que su

ocupación obsesiva con la excentricidad alemana —también en Germania Tod in

Berlin (1971) o Leben Gundlings Prinz von Preussen Lessings Schlaf Traum Schrei

(1976)—, las tradiciones nacionales de sumisión o una historia nacional que parece

una cíclica repetición de lo peor, le había de llevar a una dialéctica del espectáculo, a

un tipo de enunciación incluso, que barriera las ilusiones del ‘humanismo’

brechtiano. Por ese camino en la nueva teatralidad se evapora el centrismo del sujeto

protagonista27 —lo que tiene que ver su creciente ‘irrepresentabilidad’—, para, por

así decir puenteando el naturalismo, el expresionismo y el teatro documental —

trabado por un didactismo demasiado explícito que no podía satisfacerle, “es

siempre el drama de las manos sucias, que tanto Hochhuth como Kipphardt repiten

por su propia cuenta”28—, recuperar el fragmentarismo romántico; al precio no

infrecuente del desbordamiento de las expectativas del espectador, añadamos29.

Si los personajes de Beckett se pierden como sepultados en la desmemoria,

Müller, en el otro extremo, se revuelve desde un exceso de memoria (trágica) contra

el presente enajenado; de ahí también el potencial de reactualización de sus textos.

El suyo es un teatro de segundo grado por cuanto desarrolla un discurso dramático

sobre un hipotexto30 político presentado como prolepsis continua; en el límite, el

hipertexto se constituye con fragmentos soldados mediante la liturgia de la

recitación en escena. Necesariamente la ‘fábula’ pierde así peso, en tanto que el

lenguaje, que parece prohibirse todo lo que sea innecesario, por el otro lado rebosa

de un pathos que, a mi juicio, debe mucho al expresionismo. Y si los comienzos de

Müller casi desconocen la metáfora, el distanciamiento progresivo de Brecht

coincide con su empleo cada vez más audaz.

26 Cf. R. HOCHHUTH (1996).

27 Autores como M. Foucault y Derrida, como es bien conocido, han decretado la “muerte del autor”.

Derrida niega hasta al sujeto (operativo), cf. (1992: 279): “Il n’y a jamais eu pour personne le sujet, voilà

ce qui je voulais commencer par dire. Le sujet est une fable [...]”. Reconocemos algo de esto en Müller,

hasta en el detalle léxico (la fable).

28 Cf. M. CORVIN (1973: 118).

29 Cf. H. MÜLLER (1975b: 121): “Ich habe, wenn ich schreibe, immer nur das Bedürfnis, den Leuten so

viel aufzupacken, daß sie nicht wissen, was sie zuerst tragen sollen, und ich glaube, das ist auch die

einzige Möglichkeit. Die Frage ist, wie man das im Theater erreicht. Daß nicht, was für Brecht noch ein

Gesetz war, eins nach dem anderen gebracht wird. Man muß jetzt möglichst viele Punkte gleichzeitig

bringen, so daß die Leute in einen Wahlzwang kommen. D. h., sie können vielleicht gar nicht mehr

wählen, aber sie müssen schnell entscheiden, was sie sich zuerst aufpacken.”

30 Cf. G. GENETTE (1989: 14): “Entiendo por ello [por intertextualidad] toda relación que une un texto B

(que llamaré hipertexto) a un texto anterior A (que llamaré hipotexto) en el que se injerta de una manera

que no es la del comentario [cursivas de Á. R.]”.

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Admitido que la historia es anacronismo sin dirección reconocible, por qué no

construir entonces homologías artísticas desestructuradas, deslizamientos hacia otros

géneros. En su última pieza, Germania 3 Gespenster am Toten Mann

—una sucesión libre de escenas desprendida ya de cualquier convención de la

dramaturgia conocida31—, actúa como seguramente nunca antes su oficio para

concentrar en brevísimas líneas lo esencial; y bien, el filo trágico de las paradojas de

este teatro se buscará en vano en P. Hacks, R. Hochhuth, P. Weiss o en P. Handke.

Tan contradictorio como irrealista —todavía en 1987 escribía que la RDA debía

volver a las enseñanzas de Marx y Lenin—, aunque no sin una algo hiperbólica

conciencia de su propia importancia32, Müller supo sin embargo desde temprano que

en la República Federal habría sido engullido por el mercado33. Ya podemos decir

que las primeras piezas arrastran la servidumbre de origen; en cuanto a las de la

larga implosión final, con todo y su excelencia estético-formal, están demasiado

cercanas a modos de pensamiento todavía en curso —también la filosofía francesa

reciente— para que podamos avanzar un juicio concluyente.

En fin, Der Auftrag representa una inflexión en la evolución de la estructura y la

poética de los dramas de Müller, que hemos trazado desde la promesa quiliástica,

luego trágicamente defraudada, hasta una especie de nihilismo resistente, si se quiere

hasta una cierta esperanza en el alzamiento de los históricamente desplazados —“die

Heimat der Sklaven ist der Aufstand”34—, entre los que él cuenta a los muertos: lo

‘sublime’ de Burke en estado puro35. Una pulsión liberadora siempre abortada

—Jamaica, Plötzensee o el canal de la Landwehr— dibuja el psicograma del devenir

de las clases desposeídas, cuya destructividad latente en el caso alemán Müller ha

temido siempre; sus historias son por todo ello crítica acerba de lo perversa que

resulta a la postre toda razón política instrumental. Un autor así no podía aceptar con

entusiasmo la Wende, para él algo así como una avería del servicio36. A lo que no

renunció nunca fue a sus viejos amores literarios; todavía en tiempos de la RDA

había visitado en Wilfingen a Jünger. El 30 de diciembre de 1995 se siente mal en su

31 Cf. B. MATZKOWSKI (2000: 109).

32 Así, en una entrevista para Die Zeit tras la muerte de Beckett (1989): “Ich bin der beste lebendige

Dramatiker, gar keine Frage. Das weiss jedes Kind inzwischen.”

33 “Lieber verboten, aber ernst genommen, als unbehindert, aber wirkungslos”, Müller en una entrevista

de 1988 a Der Spiegel citada en HAUSCHILD (2000: 9).

34 Cf. H. MÜLLER (1983: 73).

35 Heiner Müller en conversación con Hendrik Werner en 1995: “Natürlich glaube ich auch, daß

Erinnerungsarbeit oder Trauerarbeit von Schocks ausgeht, mit denen man umzugehen lernen muß. Und da

geht es dann immer auch um die Befreiung von Toten.”

36 Entrevista de H. Müller con Andres Müry en Focus, 30 de septiembre de 1995: “Nein, mich interessiert

die Gegenwart nicht so sehr. Ich denke, was uns da als großes welthistorisches Ereignis erscheint, ist eher

das Resultat von weit zurückliegenden tektonischen Veränderungen, Stalingrad zum Beispiel.” Cf.

también H. MÜLLER (1982: 267): “Deutschland war ein gutes Material für Dramatik, bis zur

Wiedervereinigung.”

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casa de Berlín-Kreuzberg; se le diagnostica una inflamación pulmonar adicional, lo

hospitalizan y muere al poco de ser ingresado. Él había llevado consigo un volumen

de G. Benn.

Bibliografía

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BRECHT, BERT, Kleines Organon für das Theater. En: Gesammelte Werke, vol.

16. Frankfurt: Suhrkamp 1977.

CORVIN, MICHEL, El teatro nuevo. Barcelona: Oikos-Tau, 1973.

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