El escritor de diarios como oceanógrafo de un mundo personal. Sobre Los sentimientos encontrados. Diario de un poeta y editor [2005/2006], de Kepa Murua (Palencia: Cálamo, 2016, 406 p.)

Ángel Repáraz

De creer a Lejeune los diarios ensayan una identidad en marcha mientras forman parte del proceso mismo de crear, educar o modificar día tras día esa identidad. Como quiera que sea, el proyecto de exploración de sí llamado diario tiene ya una tradición de cinco o seis siglos, nos dice. También aquí el ser se dice de muchas maneras; de las anotaciones de las almas puras de la devotio moderna a las páginas ante el abismo de Anne Frank, del muy curioso -y bastante cominero- registro de ingresos, regalos y gastos que Durero llevó en su viaje de 1520 a los Países Bajos a la implosión de las redes. Se especula con que una de sus fuentes nutricias fueran las necesidades de la contabilidad comercial renacentista; sin duda que siempre es recomendable consignar con fecha las transacciones y conocer en todo momento el estado de las cuentas. Trapiello aventura que con el agotamiento del romanticismo “los escritores se decidieron no sólo a escribir sus diarios, sino a publicarlos. El caso de unos diarios como los de Amiel, tal vez el paradigma del diario íntimo, es un buen ejemplo de ello.1” E Iñaki Ugarte remacha el clavo: “[Benjamin] Constant no permitió leer el diario a nadie y no se preocupó de que se conservara tras su muerte. Solo se publicó en 1952. […] En aquel siglo se escribían muchos diarios íntimos, pero a nadie se le pasaba por la cabeza la idea de publicarlos o de que algún día fueran publicados.2” Quizá, pero aun así a veces las fechas nos bailan ante los ojos. Los diarios de S. Pepys, Novalis o Schelling aparecieron ciertamente después o mucho después de muertos sus autores, pero Goethe supervisó la publicación del Viaje a Italia, que es un diario (y de su correspondencia con Schiller).

Si el diario ha sido investido de la dignidad talar de un género aceptado, también en este cabrá casi todo, el ajuste de cuentas incluido, y de esto algo sabe Murua. Uriarte de nuevo: “A veces he pensado que este diario es un desquite. Hablaré y hablaré todo lo que me dé la gana. Y el que se aburra, que lo cierre. Ventajas de los libros3.” No creo que el diarista necesite cerrar un pacto con el lector, porque su compromiso es con el tiempo, con el de su propia vida antes que nada; otro asunto es ya la prehistoria de esa vida. Trapiello sitúa muy correctamente la cuestión: “... no hay diarios malos, sino vidas mal hechas, vidas mal elegidas. Es el diarista quien elige el tema de su diario, pero antes es él quien ha decidido elegir la vida que lleva o la que no ha podido llevar.4” Desde hace unos cuantos años hay entre nosotros buenos diaristas; lo que no acabamos de encontrar son auténticas confesiones (¿lo son las fundacionales de San Agustín, ya puestos?, ¿no están excesivamente protegidas por la pantalla de la convención retórica?). Pero quizá nos estemos liando con las palabras, muy en particular las que tienen que ver con la sinceridad, esa exigencia del ánimo con la que don Miguel de Unamuno, ocasional diarista asimismo, tantas trampas hizo.

Murua es un escritor vasco en castellano. ¿Una obviedad en una comunidad solo parcialmente bilingüe? Para unos cuantos no. Hasta que sus trabajos no recibieron la sanción favorable de la prensa cultural de Madrid, nos cuenta5, se le había asignado una cierta invisibilidad. Y también que entre los stocks de libros, el trabajo con los distribuidores, la logística central, etc., con un indesmayable ethos de sobriedad levantó toda una teoría de la misión del editor: “Un rasgo importante para sobrevivir como editor es la austeridad. […] Esos que llegan en taxi no son editores, esos que van al Palace no son los mejores editores. Debe coger el metro, reservar una habitación en un hotel limpio pero modesto, encargar una cena frugal, apenas trasnochar, beber un poco, no fumar, cuidar su cuerpo para que la mente esté en forma.6” Son consideraciones de un empresario, que también es poeta -y un poeta atento hasta la minucia de la disposición tipográfica de los poemas7- y que presenta con orgullo la fe jurada de esa visión editorial: “Desde que la fundé en 1996, es evidente que Bassarai Ediciones apuesta por una literatura contemporánea, de riesgo, un tanto diferente. Me gusta publicar novelas que aporten algo nuevo, que tengan algo que decir, que, aparte de contar una o varias historias, cuiden el lenguaje. […] Y me gusta recuperar autores que han pasado desapercibidos entre los lectores. Autores marginados, olvidados, periféricos.8” Y, en fin, un editor y poeta que elige muy claramente su progenie: la de los Altolaguirre y los Barral (que tampoco lo tuvieron lo que se dice fácil). Para poner las cosas peor, como responsable de una editorial pequeña ha tenido que pelear duramente contra las malas prácticas de los tiburones de la competencia, a cuya cabeza coloca muy explícitamente al grupo Planeta.

El diarista y poeta -“soy un poeta con discurso”9- es de una generación todavía cercana (n. en 1962). Y por lo mismo ejercita la iconoclastia ritual con alguno de los santones que han paseado demasiado tiempo su inmunidad; en 2005 es muy audible el choque: “Me decepciona la lectura de Manual de infractores, de Caballero Bonald, reciente Premio Nacional de las Letras. Escritura vieja, estilo viejo y una manera de entender el mundo que parece acabado.10” Y un poco más adelante y sobre el mismo escritor: “... estos profetas de la literatura, que por estar de vuelta de todo, creen que pueden dar lecciones como si nada.11” O, con aproximación ahora más ambivalente y a propósito de las memorias de Jon Juaristi12: “No pensaba volver tan pronto a leer un nuevo libro de Jon Juaristi porque, aunque me interesa el autor, recuerdo muy bien cómo me había decepcionado su último libro de poesía. No obstante […] compro Cambio de destino y me lo leo de un tirón en una tarde. Con estas memorias me sucede lo que con las de Mario Onaindía: pienso en la locura de una generación que iba para revolucionaria y se quedó con el culo al aire.” (Muy orteguiano hay que ser de todos modos para ver aquí una generación al completo; lo cierto es que la amplia generación vasca del momento resultó más que meritoria en el duro equilibrismo de mantener siempre el citado trasero in the right place at the right time, de modo que, presentada la ocasión, acabó ocupando las instituciones: todas. Por supuesto que existe un conjunto intersección, y sus miembros no son los peores precisamente).

No creo que haya muchas radioscopias de cierta sociedad vasca con la acuidad y la transparente mala leche que distinguen unos cuantos pasos de Los sentimientos encontrados (título de divertida equivocidad: te los encuentras y/o están peleando entre sí). Es un fino y perforador sirimiri crítico el que vierte sobre, por ejemplo inevitable, Bilbao, sin que San Sebastián salga mejor parada13. “La política, con sus dirigentes analfabetos, la gente, perdida en su orientación política, y la economía, acechando a todos con sus dientes más afilados, nos dirigen a un sálvese el que pueda donde todos tienden una mano a las instituciones y con la otra se sujetan el bolsillo14.” Un universal sálvese el que pueda: habrá que reconocer al autor un don para bautizar estados de cosas. Unos cuantos elementos en este diario vendrían bien para una reconstrucción paleontológica del homo vasconicus post transitionem; también para un listado de algunas formas al uso de prestidigitación democrática. Cierta entrada alude, sin dar nombres, al caso del director de la televisión pública vasca Jon Ortúzar, que abandona su cargo para pasar poco después a la jerarquía del PNV15. Son éstas cuestiones de hecho, pero no una necesidad, habría dicho Ferrater Mora; al parecer también los vascos han alcanzado un envidiable nivel de madurez democrática.

Pongamos frente a frente este diario y las notas del viaje americano de Atxaga16; mucho menos narrativo, Murua es singularmente intenso cuando nos descubre sus ocasionales dificultades de ubicación personal, en sus autorretratos -de subida ironía alguna vez: “Si tuviera que definirme, podría decir que soy un idiota venido a menos17”-, en su atipicidad. “Los poetas, inválidos ante la imbecilidad que nos rodea, jamás vuelven el rostro. Siguen la vida con fuerza18.” Son palabras de La poesía si es que existe que habrían venido bien como motto a este trabajo. Verosímilmente ha sido su escritura en primera instancia algo así como un manual de autoayuda en la vida -profesional, artística y la otra- de un gimnasta vital, un tentetieso que ha aprendido a mantener a raya las amenazas de las crisis. “Todo en la vida es cuestión de saber encajar los golpes y levantarse.19” Un stajanovista por libre, le ha llamado alguien, que también admite alguna vez flaquezas e inseguridades. En otro de sus volúmenes de poesía, Un lugar por nosotros, hay dos versos terminantes: “¿Por qué no nos rebelamos/ frente a lo que no queremos?20” Sería lo correcto, por cierto.

8 Material utilizado

Atxaga, Bernardo, Días de Nevada. Madrid: Alfaguara, 2014.

Barral, Carlos, Los diarios / 1957-1989. Madrid: Anaya & Mario Muchnik, 1993.

Dürer, Albrecht, Tagebuch der Reise in die Niederlande. Leipzig: Brockhaus, 1884 (1521). En la red: https: //archive.org/details/albrechtdrersta00drgoog

Juaristi, Jon, “Literatura: el fracaso de una política cultural”. En: Cuenta y Razón, número 33, enero de 1988, pp. 13-20.

Juaristi, Jon, “Cien años de literatura española en el País Vasco”. En: Letras de Deusto, número 40, marzo de 1988, pp. 5-31.

Lejeune, Philippe y Catherine Bogaert, Le journal intime: histoire et anthologie. París: Editions Textuel, 2006.

Murua, Kepa, Los sentimientos encontrados. Dario de un poeta y editor. Palencia: Cálamo, 2016.

Murua, Kepa, La poesía si es que existe. Madrid: Calambur, 2005.

Murua, Kepa, Un lugar por nosotros. Valencia: Brosquil, 2000.

Trapiello, Andrés, El escritor de diarios. Barcelona: Península, 1998.

Uriarte, Iñaki, Diarios (tercer volumen 2008-2010). Logroño: Pepitas de Calabaza, 2015.

Madrid, 19 de agosto de 2016


  1. Trapiello (1998: 16).

  2. Ugarte (2015: 9).

  3. Uriarte (2015: 86).

  4. Trapiello (1998: 70 y s.).

  5. Murua (2016: 387).

  6. Murua (2016: 98).

  7. Murua (2016: 329).

  8. Murua (2016: 92 y s.).

  9. Murua (2016: 14).

  10. Murua (2016: 121).

  11. Murua (2016: 122).

  12. Murua (2016: 156).

  13. Murua (2016: 329).

  14. Murua (2016: 359).

  15. Murua (2016: 391).

  16. Atxaga (2014).

  17. Murua (2016: 129).

  18. Murua (2005: 16).

  19. Murua (2016: 45).

  20. Murua (2000: 70).